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Dan a niños indígenas techo, comida y oficio para salir de la pobreza

Foto(s): Cortesía
Redacción

SAN BARTOLOMÉ ZOOGOCHO, Villa Alta, Oaxaca.- El día transcurre lento. En la Sierra Norte, la vida es así, tranquila, alejada del bullicio de las grandes ciudades. Es en esta parte del territorio oaxaqueño donde el Centro de Integración Social 8 (CIS) Lázaro Cárdenas del Río, encontró su residencia; aquí, a varias generaciones y por 64 años se ha ofrecido atención educativa a los niños indígenas de la región.


Localizado en el municipio de San Bartolomé Zoogocho, este espacio de enseñanza es más que una escuela. Se trata de un hogar para 180 niños, niñas y adolescentes que en su mayoría provienen de familias con graves carencias económicas y conflictos de división en sus hogares.


Muchos de los pequeños que corren en los pasillos del CIS no conocen a sus padres; algunos más reciben la visita de sus familiares solo una vez al mes. Son niños y niñas, que pese a la lejanía del hogar que los vio nacer, no dejan de sonreír y soñar con un futuro mejor.



Sueños en el frío


Paula es la hermana mayor de una familia de tres integrantes, su padre abandonó el hogar cuando ella apenas cumplía 5 años. Su madre trabaja en la ciudad de México como trabajadora doméstica.


La pequeña, que cubre su cabeza con un gorro de color rojo, llegó a Zoogocho acompañada de su hermana menor; alguien le habló a la madre de este internado y aquí están, todos los días adaptándose a su nueva vida, una en la que las montañas que rodean al CIS es la postal que admiran sus ojos todos los días; ahí, con la espesa neblina, los picos montañosos llegan a perderse y confundirse con las nubes.


La directora del CIS, Manuela Luna Ríos, explicó que en este Centro de Integración Social se reciben alumnos a lo largo de todo el año lectivo. "Viven aquí, se les da el alimento, el vestido y el hospedaje", señala.



En estas instalaciones lo mismo se atienden a escolares de primaria que de secundaria. "La mayoría de nuestros pequeños provienen de hogares disfuncionales, son niños muy humildes, aún, después del inicio de clases siguen llegando estudiantes".


Aprender un oficio


Sabedores de que estos pequeños deben aprender un oficio para que, al salir del internado, realicen una actividad para sobrevivir, los estudiantes tienen la posibilidad de escoger a qué taller quieren formar parte.


Talabartería, panadería, música y carpintería, son las opciones. El tiempo que dedican a estos talleres es de más de tres horas al día, distribuidas a lo largo de todo el día; pues, aquí el horario para juegos y actividades académicas está perfectamente determinado.



En el taller de elaboración de huaraches, los niños y niñas aprenden a crear de manera artesanal huaraches de Yalálag.


Javier Díaz Martínez, profesor desde hace 28 años de este espacio, comentó que con los talleres se generan recursos para apoyar a la economía de las familias de los pequeños, pero principalmente del taller y del internado; sin embargo, explicaron que han quedado excluidos de apoyo alguno por parte del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO).


Es en un reducido salón donde las pequeñas manos de los niños y niñas aprenden a cortar la suela del calzado y a formar las tiras de cuero que darán forma al huarache. Pese a su corta edad, saben manejar casi perfectamente la aguja y el hilo, las pinzas y, en algunos casos, las máquinas para coser.


Otro de los talleres del que los niños aprenden un oficio es en el de carpintería, aquí, para evitar que ocurra algún accidente por el uso de la sierra, los estudiantes solamente se dedican a ensamblar bancos y marcos para fotografías.


A comer se ha dicho



Una muestra del compañerismo y la unidad que existe entre estos pequeños se da a la hora de los alimentos.


El sonido de la trompeta avisa que es hora para que todos los niños bajen al comedor. Desde el momento en que dan un paso dentro del comedor cada uno conoce y pone en práctica sus deberes; ahí se respira la fragancia del frijol cocido que domina el hambiente.


"La intención es que los niños aprendan algún oficio, para que cuando necesiten trabajar estén capacitados y puedan ganarse la vida", Javier Díaz Martínez, profesor



Algunos comienzan a bajar las sillas de las mesas, otros más colocan los pedazos de los que alguna vez fueron los manteles. De inmediato, otro grupo de niños, con paso veloz, coloca los vasos y cucharas en cada uno de los lugares de sus compañeros. Acto seguido, comienzan a pasar los platos de guisado.


Es en este momento, cuando las risas inundan el lugar, no hay espacio para la tristeza o el llanto. Todos se sientan en el gran comedor, junto a la familia que el destino los llevó a ir creando.



Los externos


En el CIS se reciben a niños de educación primaria y secundaria, estos últimos son considerados externos: es decir salen a clases a otras escuelas del pueblo y regresan a continuar con su vida en el internado.


La migración los dejó sin hogar


En el internado de Zoogocho, un gran porcentaje de sus estudiantes sufrió la ruptura de su familia producto de la migración de sus padres a los Estados Unidos.


"Los padres de familia dejan a sus hijos con los abuelos, pero ellos, al no poder cuidarlos, los dejan en el internado, donde aprenden a vivir", destacan.


El Centro de Integración Social 8 (CIS), tiene una larga historia de 64 años, de forma inicial trabajaba bajo la figura del Centro de Desarrollo Social de Jóvenes Indígenas. Se trataba de una escuela de primera enseñanza.


 


Pluriculturalidad


-En el CIS se reciben niños y niñas de las siguientes regiones:



  • Triquis

  • Chinantecos

  • Serranos

  • De los Valles Centrales
     

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