Consultorio del alma: cuenta conmigo, La duración de un Psicoanálisis | NVI Noticias Pasar al contenido principal
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Consultorio del alma: cuenta conmigo, La duración de un Psicoanálisis

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Por. Alejandro José Ortiz Sampablo

Hace un par de semanas, una paciente recordaba el momento en el que inició su tratamiento; me compartió su sensación de no haber sentido el tiempo transcurrido; de hecho, tomó conciencia de ello porque al salir del trabajo una compañera le preguntó: “¿Por qué tanta prisa?”, a lo que ella respondió: “Voy a mi terapia”.

Una de muchas interrogantes que le surgen al paciente durante el tratamiento, es respecto de la duración de éste.

¿Cuánto dura el tratamiento? ¿Hasta cuándo tengo que venir?

Es de llamar la atención el momento y situación en que algunos pacientes plantean la interrogante: unos lo hacen al inicio del tratamiento; otros, cuando aún los aqueja la pena; unos más, cuando alcanzan su estabilidad emocional; en muy pocos, dicha interrogante demora en aparecer.

La duración del tratamiento, como el tiempo de las sesiones, ha sido tema discutido en nuestro campo; la respuesta puede brindarse desde varios vértices.

Cuando el paciente plantea la pregunta, me entrega información; por ello, es importante tomar en cuenta el momento y situación en que la realiza. Por lo general no hablan de los segundos pensamientos que, eventualmente, son donde nace la interrogante y que, de lograr que los confiese, se decanta su disposición al tratamiento y la que adoptó desde hace tiempo atrás con el mundo exterior. Es en esta última donde se encuentra parte del motivo de su penar.

Demonios y terapia

Llevar al paciente a que tome noticia de su vida anímica y de las implicaciones de esta en su acontecer cotidiano, es uno de los objetivos de la terapia analítica; en otras palabras, enseñarle a que sea un observador de ella. En ese tránsito recoge beneficios terapéuticos; de algunos, incluso, no se percata; y muchos otros los recoge una vez concluido el tratamiento.

Una analogía que hacemos de aquello que hace padecer a nivel emocional a los seres humanos, es la de referirnos a ello como fantasmas o demonios. Popularmente tenemos la expresión “luchar con los propios demonios”; en el proceso terapéutico es en lo que auxiliamos al paciente, pues eventualmente, cuando la persona se encuentra inmersa en el conflicto, no ve salida, aun cuando la tiene frente a ella.

Una vez que el paciente resuelve aquello que lo aquejaba, generalmente toma la decisión de retirarse de la consulta; este es el tiempo de caducidad del tratamiento. Para otros pacientes, el tratamiento implica el descubrimiento de algo nuevo en ellos y deciden continuar, pues se despierta un deseo de saber sobre esos fantasmas que cada determinado tiempo emergen con fuerza desde su interior y deciden llevarlo a sus últimas consecuencias.

El término del tratamiento no tiene tiempo fijo, se define por diversas circunstancias; para quienes nos dedicamos al tratamiento psíquico y emocional de otras personas dicho recorrido no es corto, por lo general requiere varios años, al estilo de lo que era la Batalla Florida en la concepción filosófica de nuestros ancestros del Cem Ānáhuac.

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