Rodrigo Velásquez Torres
Hoy es día de los muertos. Si estas leyendo esto es muy probable que tengas en la memoria alguien que ha partido de este plano y que se encuentra viviendo solamente en el recuerdo de aquellos que le conocieron. Desde Estas Letras Que Lees un abrazo sideral a todas las personas que lamentablemente solo habitan en el pensamiento y que en este momento estás recordando.
La festividad de celebrar a los muertos, dicen, proviene desde la época prehispánica. Si bien las conmemoración actual es una fusión, un sincretismo que atraviesa nuestra mentalidad como nación, esta mezcla que somos toma elementos tanto de la tradición española como del pensamiento de los pueblos originarios, apropiados a las diversas zonas geográficas que conforman México, pues en cada región se manifiesta a su manera, haciendo de estas fechas una muestra de la gran diversidad que tiene el país y Oaxaca en lo particular.
El recordar a aquellos que ya desaparecieron de este plano es una tradición constante en todas las culturas del mundo. Cada civilización siempre ha procurado un trato especial para sus difuntos y el trato al cuerpo después de la vida es algo que se realiza con respeto, pues la transición mortuoria llega hasta la profundidad de la vida de quienes se quedan, haciéndose la eterna pregunta ¿Qué hay después?.
Cuando alguien fallece siempre quedan los vacíos. La taza de café por la mañana. La silueta en el sillón. El llanto de las mascotas. La sonrisa fugaz en el espejo que desapareció para siempre. El espacio tan grande de su lado en la cama. El silencio por las mañanas. La inmensidad de esta vida solo cabe en un misterio tan grande como la muerte. En un mundo como el nuestro, en donde la parca anda desatada, cada día aparecen más muertos que recordar. Los vacíos se hacen más grandes en todas las familias del mundo.
Lamentablemente y como era de esperarse, la tradición está comenzando a ser absorbida por la vorágine comercial, haciendo de una actividad tan íntima como el recordar a los muertos un espectáculo que atrae una derrama económica muy grande. Gente de todo el mundo viene a México a pintarse la cara y a disfrutar de toda la vida folcklórica alrededor de ella, haciendo de esta tradición una actividad altamente lucrativa y que es esperada todos los años por los comercios en todo el país.
El recordar a los muertos, de la manera en que se hace en México, es única en el mundo, según dicen. Haciendo de un lado la parafernalia, los cuetes y todo eso que se hace, en México recordamos a nuestros difuntos desde la intimidad del hogar. Ahí en el centro de la casa, alejado de la mira de extranjeros y profanos, ahí se encuentra la mejor manifestación de la tradición. En la voz de la abuela que narra a sus nietas y nietos las historias de su mamá mientras ponen las flores que adornan el viejo retrato que ahora luce más brillante que nunca. En la mira serena de las nuevas generaciones que contemplan, desde la intimidad de su hogar, la memoria de quienes ya se han adelantado, ahí es donde radica el corazón palpitante del recuerdo a quienes ya se han ido.
Desde “Estas letras que lees” un abrazo sideral a todas las personas que lamentablemente solo habitan en el pensamiento y que en este momento estás recordando.
