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Viven migrantes de Centroamérica violencia y discriminación en Oaxaca

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Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

A Daniela, Laura, Elisa y sus familias originarias de Belice, la violencia y la discriminación las mantienen varadas en Oaxaca desde hace un mes. Víctima de racismo y odio, Juan, esposo de Daniela, se recupera de la fractura de una pierna.

El conductor de un autobús urbano lo arrolló cuando boteaba para conseguir dinero y alimentar a sus hijas, una de ellas una bebé. El perjuicio físico no fue lo único. A ello se sumó la actuación omisa de la policía vial quienes, a pesar de tener la posibilidad de detener al responsable del atropellamiento, lo dejaron ir.

“Es triste lo que sufrimos. Nadie quisiera salirse de su tierra nativa, pero ahí ya era imposible vivir”, relata Daniela, mientras botea con la bebé en brazos.

A pesar del miedo que siente por lo ocurrido a su esposo, la necesidad de alimentar a sus hijas y de comprar medicamentos para la recuperación de Juan, no le dejan más remedio.

Huyen de las pandillas

La familia beliceña salió de su país hace 4 meses para escapar del reclutamiento forzado de las maras salvatruchas, razón por la cual los nombres usados en este texto son ficticios. Sobre la familia ya había amenaza, pues ver, oír o simplemente vivir en un lugar en donde mandan estos grupos delincuenciales, remite a un final fatídico.

Un reporte de Inter-American Dialogue, de Washington, Belice, país vecino de México y Guatemala, cayó bajo el control del cártel de Los Zetas y las pandillas mara. Según el grupo de análisis político e inteligencia, en las últimas 3 décadas el problema del narcotráfico se ha intensificado en la diminuta nación centroamericana, que ahora se ha convertido en un punto crucial para el transporte de cocaína desde Sudamérica hacia EU.

Daniela y su familia no asintieron la violencia de las maras como destino. Un día, tomaron lo más básico y salieron de su país. El viaje es peligroso, pero tienen esperanza. Haberse quedado era igual de peligroso.

Todo el trayecto ha sido a pie. A este paso y con Juan sin poder caminar, la meta se observa extremadamente lejana; quizá más de un año.

A Juan lo operaron en el Hospital General Doctor Aurelio Valdivieso. Lo entregaron con la pierna encogida y ahora no puede estirarla para intentar dar pasos. No tiene muletas ni aditamentos que le ayuden a movilizarse por él mismo. Su próxima cita es el 2 de octubre. Su familia sólo espera que pronto se recupere para retomar su ruta.

“Mucha gente es de buen corazón, no se mide la mano para dar 5 pesos, 10 pesos. Cuando nos cae uno de 50 somos felices pues ya por lo menos nuestros hijos comen. No es mucho, pero compramos jugo y que coman pan con tal que tengan algo en el estómago”, refiere Laura, prima de Daniela. Ella viaja con su esposo y sus dos hijos no mayores a 6 años.

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