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Violencia laboral: Cuando el trabajo es una amenaza mortal

Foto(s): Agencia Reforma
Citlalli López Velázquez

Para Elisa como para todas las personas, trabajar es un instrumento que permite garantizar bienestar, sin embargo, en casos como el de ella, resultó todo lo contrario debido a la violencia laboral que enfrentó. 

Durante tres largos años, soportó un estrés constante, exigencias que iban más allá de su descripción de trabajo, humillaciones y un trato degradante por parte de quienes, teóricamente, debían garantizar un ambiente laboral seguro y saludable.

Al ver hacia atrás, Elisa se dio cuenta de que su experiencia es una realidad compartida por muchos, ya que la violencia laboral se normaliza o se ignora.

Elisa compartió su experiencia laboral que la llevó al límite. Comenzó a trabajar en una dependencia en la que, al principio, creyó que el ambiente era amigable debido a la presencia mayoritaria de mujeres. Sin embargo, con el tiempo, se dio cuenta de que la convivencia con sus compañeras no era el problema, sino cómo las trataban.

A pesar de que ella trabajaba bajo contrato de honorarios, su sueldo estaba sujeto a condiciones extremas. Cualquier error o incumplimiento resultaba en la retención de su pago. Las exigencias laborales eran extremadamente altas, y cualquier error de un empleado recaía en todos los demás.

El estrés constante y las presiones laborales llevaron a experimentar problemas de salud de gravedad. Ella sufrió parálisis facial debido a la tensión y las condiciones laborales extremas. Incluso durante su enfermedad, se le exigía que entregara informes bajo amenaza de no pagarle. A pesar de sus problemas de salud, no tenía prestaciones médicas y todo el proceso de recuperación era por su cuenta.

Explotación laboral durante la pandemia

La pandemia agravó aún más la situación de Elisa y sus colegas. Se observaron a horarios de trabajo exhaustivos que no permitían un equilibrio entre la vida laboral y personal. Las reuniones en línea se convirtieron en una pesadilla, ya que sus superiores ejercían presión para cumplir con plazos absurdamente cortos. La exposición en público, humillaciones y regaños se volvieron la norma, lo que generó un ambiente laboral lleno de miedo y estrés.

El caso de Elisa es solo uno de los muchos ejemplos de violencia laboral que ocurren a menudo en lugares de trabajo en todo el mundo. Esta violencia puede no ser física, pero sus efectos emocionales y psicológicos pueden ser iguales de devastadores. Las consecuencias de la violencia laboral pueden ser mortales, ya sea directamente debido a problemas de salud causados ​​por el estrés o indirectamente a través de enfermedades mentales, como la ansiedad o la depresión.

Los constantes abusos la sumieron en un estado constante de terror. Temía hasta a las simples llamadas telefónicas. La presión de cumplir con las expectativas laborales extremas y las demandas constantes la llevaron a un estado de ansiedad constante y al deterioro de su salud. Además, la normalización de estas condiciones la llevó a ocultar incluso sus necesidades básicas, como comer, por miedo a represalias.

Con el beneficio de la retrospectiva, Elisa aconseja a quienes enfrentan situaciones similares a no guardar silencio y buscar ayuda cuando se enfrentan a situaciones de abuso. Establecer límites y no permitir que las condiciones laborales abusivas continúen, es importante, expuso.

En su caso, las consecuencias económicas fueron altas, pues tuvo la necesidad de someterse a una terapia durante un año.

Un problema silenciado

La violencia laboral es un problema que a menudo se mantiene en silencio y que tiene graves consecuencias para las personas, en particular para las mujeres en México. Se define como el abuso de poder para excluir o someter a otra persona y puede manifestarse de diversas maneras, incluyendo agresión física o verbal, acoso sexual, hostigamiento laboral, violencia psicológica o discriminación en el lugar de trabajo.

Un análisis realizado por el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO) basado en datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revela que la violencia laboral representa una barrera significativa para que las mujeres permanezcan dentro de la economía.

Según la ENDIREH 2021, que mide la situación de violencia que enfrentan las mujeres de 15 años y más en México en varios ámbitos de su vida, tres de cada 10 mujeres reportaron haber enfrentado violencia laboral en algún momento de sus vidas, y dos de cada 10 dijeron estar viviendo esta situación en el último año.

Sin embargo, lo que resulta aún más alarmante es que solo el 8% de estas mujeres que sufrieron violencia laboral buscaron apoyo o denunciaron el problema. Las razones detrás de no buscar ayuda son diversas, pero destacan el sentir que el problema "no era importante" (32%) y el miedo a las consecuencias o amenazas (22%). Este silencio en torno a la violencia laboral perpetúa la impunidad y la normalización de esta problemática.

Es importante señalar que las leyes mexicanas prohíben la violencia y el maltrato hacia los trabajadores por parte de los patrones o sus familiares. Además, se establecen multas en casos de discriminación. La Ley Federal del Trabajo (artículos 47, 51, 133 y 994, fracción VI) es explícita en este sentido. Asimismo, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia contempla la violencia laboral por razón de género.

A pesar de estas leyes, es evidente que la violencia laboral persiste y representa una amenaza seria para la seguridad y bienestar de las y los trabajadores en México. Abordar este problema requiere no solo leyes sólidas sino también una mayor conciencia pública y un cambio cultural que desafíe la normalización de la violencia en el lugar de trabajo.

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