La sociedad en la que vivimos ha creado barreras entre ricos y pobres, entre blancos y negros, entre el norte y el sur del mundo, entre grandes y pequeños, afirmó el obispo de la Prelatura Mixe de María Auxiliadora, Salvador Murguía Villalobos.
Por eso, en una exhortación, el mitrado sostuvo que el trabajo de un educador y de un padre de familia es ir rompiendo esas ideologías de división y fomentar la comunión, la caridad, el respeto y la confianza, así como considerar a cada persona un hermano y creando una familiaridad con él.
“Lo que se da a nivel mundial, se da también con los jóvenes y con las familias y en nuestros colegios. Decía Don Bosco ‘Sin familiaridad no se demuestra el amor y sin esta demostración no puede haber confianza’”, anotó.
De este modo, sostuvo que quien quiera ser amado necesita demostrar su amor por los demás, como lo hizo Jesucristo quien se hizo pequeño con los pequeños y cargó con las flaquezas de todos.
“He aquí el maestro de la familiaridad. El maestro al que se sólo se le ve en la cátedra, es maestro y no más, pero si va al recreo con los jóvenes y está donde ellos están, se vuelve como hermano”, agregó.
Ante ello, Murguía Villalobos dijo que quien se siente amado, va a dar amor y quien es amado y querido lo obtiene todo, especialmente de los jóvenes.
“Esta confianza establece una corriente eléctrica entre los jóvenes con los adultos, entre los jóvenes y sus papás, entre los jóvenes alumnos y sus maestros. Este amor hace soportar a los papás las fatigas, las molestias, las ingratitudes, los estorbos, las carencias, las negligencias de los jóvenes y de sus hijos”, terminó.
