
Si María Mendoza no tuviera maíz para elaborar sus tortillas, nicuatole, atole y guisos, sentiría que no come y enfermaría de tristeza porque su organismo está acostumbrado a consumir “toditos” los días este cereal que da identidad a México, sobre todo en las comunidades indígenas como Santa Ana Zegache, donde las y los productores resguardan variedades nativas en el banco comunitario de semillas Casa del Rayo.
“Sin lluvia, da tristeza ir al campo porque todo está muy seco, donde hay un poco de elote, ya sabemos que los terrenos no van a dar al cien”, expresa una mujer de 56 años que desde los seis aprendió de su padre Pablo Mendoza y de su madre Luisa Martínez, ya fallecida, a apartar de la cosecha las mazorcas más grandes y con el maíz más macizo que sirven para la siguiente siembra.
Escala trabajo a nivel familiar
La variedad genética de maíces que se siembran en este municipio zapoteca que se ubica a 32 kilómetros de la Ciudad de Oaxaca, llevó hace 30 años al investigador en recursos genéticos del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, Flavio Aragón Cuevas, a impulsar un trabajo de rescate en una primera colecta de materiales tolerantes a sequía y de calidad para elaboración de tortillas.
“Esta comunidad tiene mucha variedad en colores que van del blanco, al amarillo, azul y rojo que han seleccionado por muchos años y adaptado a la sequía porque tienen este problema cada año” y este 2023 , explicó el actual subsecretario de Seguridad Alimentaria de la Secretaría de Fomento Agroalimentario y Desarrollo Rural (Sefader).
Ya en este cargo, Aragón Cuevas inicidió para que un trabajo que se realizaba a nivel familiar se ampliara a nivel comunitario con la inauguración en mayo pasado del banco comunitario de semillas nativas Casa del Rayo, ubicada en el domicilio del productor Rafael Mendoza Gaspar.
El encargado de este banco, José Manuel Sernas, conoce todo el trabajo previo que hay desde hace 30 años, el cual incluye la identificación de raza de maíz bolita y cinco variantes de colores blanco, negrito, amarillo, nazareno rojo y belaatoboo o belatobe, así como cuatro variedades mejoradas del nativo bolita: VC-152 blanco, VC-40 amarillo, VC-42 negrito o azul, belatobe.
La riqueza
“La joya de la corona es el belatobe”, opina el ingeniero en agronomía y actualmente técnico del programa de Autosuficiencia Alimentaria que por primera vez implementa la Sefader.
Por ser un maíz “muy precoz” que sólo requiere dos meses y medio para desarrollarse, a diferencia de otros que necesitan tres o hasta cinco meses, el belatobe alcanzó todo su ciclo en este 2023 que las lluvias se fueron desde el pasado 9 de septiembre.
“Con ese maíz casi no hay pérdidas, además de que está más sincronizado al momento de que sale la espiga y el jilote”, dice en referencia a una mazorca que en promedio mide 15 centímetros de largo, que llega a tener ocho o diez hileras de granos de medio centímetro y de un color rosaceo que asemeja al de la piel del gusano de maguey, al que debe su nombre en el vocablo zapoteco.
Enfrentar las pérdidas
“Este año hay mucha pérdida de semillas de gente que sembró y no logró rescatar su cosecha”. De los 160 kilos de maíz que salieron del banco de semillas para que los reprodujeran diez productores, la sequía redujo la meta de obtener dos toneladas, ya que apenas conseguirán 300 kilos en la cosecha que se hará entre octubre y noviembre.
“El objetivo de los bancos de semillas, que en la práctica les hemos dominado casas de semillas porque es un término que se relaciona más con los productores que entienden funciona a través de la guelaguetza (palabra zapoteca que alude a un sistema de cooperación mutua) , es hacer un vale de los kilos que se entregan y al término de la cosecha el productor debe regresar lo doble para generar volumen de semilla”, pero en este 2023 prevén “una merma” por la sequía de 25 a 30 por ciento.
Que las 87 productoras y los 49 productores pierdan la semilla que siembran en cada ciclo, principalmente con agua de temporal de lluvia, significa resquebrajar su tejido social, por lo que esa amenaza ahora la enfrentan en colectividad y comunalidad.
Sequía amenazante
“Fue una sequía muy intensa, de que llovió llovió, pero muy tarde y se fue cuando la planta se encontraba en espiga, formando el jilote, las milpas empezaron a marchitar, justo cuando requerían más agua y una o dos que son de riego se están salvando”, advierte.
El paso siguiente será verificar en campo las pérdidas que tuvieron las y los productores que recibieron semillas del banco y en enero trabajar dos parcelas con riego para generar semilla para el ciclo que viene, evitando la temporada invernal que representa riesgo de heladas.
“Si se comprueba que el productor sembró y si hay pérdida total, no se le puede exigir que devuelva semilla al banco porque el tema climático no se controla, no se le cobra esa semilla porque hubo pérdida, por eso hay cierto porcentaje de resguardo”, como los 900 kilos que se tienen actualmente.
María sabe de la responsabilidad que tiene ella y otros 39 productores que saben resguardar la semilla eligiendo la de mejor calidad, ahora desde el campo y no hasta que llega al patio de la casa después de la cosecha.
“Ahorita es seleccionar la semilla desde el campo; nosotros no hacíamos eso, si no hasta que estaba en la casa se seleccionaba las mazorcas más grandes con el maíz más macizo, una vez que se deshojaba la mazorca, ahora es un poquito más complicado, porque no estoy acostumbrada, pero ya sabemos que la mazorca que fue más resistente a la sequedad la vamos a apartar”, pero para eso todavía falta uno o dos meses.
Una vez que la mazorca de maíz amacize, María podrá ver cuál es la mejor que le ayudará a resguardar una diversidad genética en momentos climáticos tan cambiantes que pone en riesgo la autosuficiencia alimentaria.