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Moldean a la muerte en figuras de barro en Santa María Atzompa, Oaxaca

Moldean a la muerte en Santa María Atzompa
Foto(s): Citlalli López Velázquez
Citlalli López Velázquez

Santa María Atzompa.- Entre las manos de Leticia Blanco la arcilla es obediente a la imaginación, se deja fundir en catrinas y calaveras, entre los recuerdos y el camino hacia la solemne celebración del día de muertos.

De familia artesana, en Leti se agolpan cinco décadas de aprendizaje y destreza, de memorias y vivencias que se dibujan en cada línea zanjada en el barro, en las trenzas y pétalos que amasa delicadamente para coronar a las catrinas, piezas que sólo se encuentran en el taller “Tierra Sagrada”.

Atzompa, es una localidad zapoteca que fue asentada en la cercanía de Monte Albán, al menos el 80 por ciento de su población se dedica a la alfarería, oficio heredado de generación en generación, por o menos desde hace dos mil años hasta la actualidad

Para la población, como en el resto del estado de Oaxaca, las festividades de los fieles difuntos son un momento de gran solemnidad que inspiran a dar rienda suelta a la imaginación y crear piezas únicas.

En el taller “Tierra Sagrada” la hornilla está a fuego vivo. En ella descansan parte de las creaciones de la familia Blanco. La casa es un lugar mágico. El humo y el olor a barro mojado bañan cada rincón mientras las y los artesanos detallan cada una de sus creaciones.

La belleza de sus piezas les ha valido ser expuestas en Nueva York, San Francisco y Michigan en Estados Unidos, relata Leti mientras sus manos amasan tres tiras para la trenza de la catrina

“Aquí gracias a Dios no hemos dejado este trabajo. Es muy bonito, para nosotros es un tesoro del mundo: el barro, nuestras manos y la imaginación porque podemos hacer muchas figuras. Lo que les decimos a nuestros hijos es que trabajen el barro. Es una labora que no queremos que se pierda”.

Dos casas adelante sobre la calle Juárez está el taller “Artesanías Anita” dedicada principalmente a la elaboración de jarrones, maceteros, niguas, vasos y adornos de pared, en esta época con motivos de Día de Muertos. Anita aprendió el oficio siendo una niña. Tenía 14 años cuando su madre Teodora le enseñó que sus manos podían dar formas fantásticas al barro.  

Matea Zárate, su madre, empezó a trabajar el barro desde los 13 años en la elaboración de ollas, después de casada inició con maceteros y sus piezas fueron evolucionando poco a poco.  

El costo de las piezas en los talleres depende del tamaño, así como del tiempo que requiera para su elaboración. Muchas de las piezas toman al menos un día completo de trabajo sin descanso para poder quedar listas.

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