Hace cuatro años el maestro artesano de Ocotlán de Morelos, Leopoldo García Aguilar decidió realizar una pieza que representara la cultura del municipio de Putla Villa de Guerrero, así nació el famoso tiliche que hoy es la figura de mayor difusión en las fiestas de la Guelaguetza.
Heredero de una tradición artesanal que lleva ya tres generaciones, misma que inicio su abuela Isaura Alcántara Díaz con la elaboración de lavaderos de barro cocido y continuó su madre Guillermina Aguilar Alcántara con figuras de mujeres vendedoras de diversos productos en el mercado, señala que ya cumplió 35 años como artesano.
En el taller de su casa, que también sirva para la exposición y venta de sus piezas, recuerda que un día de 2018 vio la luz la primera figura de barro cocido y pintada del primer tiliche, mismo que se ha ido transformando hasta llegar a las actuales, donde el tilichero es acompañado por figuras representativas de las otras siete regiones del estado o en su actividad pastoril, con un torito a sus espaldas.
- ¿Cómo se le ocurrió hacer el tiliche?
- Bueno, siempre buscamos hacer algo relacionado a Oaxaca, lo clásico es el danzante de la pluma, pero en lo personal me gusta la música, danza y vestuario del municipio de Putla. Me gusta cómo se ve la representación de un tiliche.
- ¿Ahora son los más demandados?
-Sí, de hecho, son los que no deben de faltar, como si fueran un producto base.
- ¿Con la Guelaguetza suben sus ventas?
-No, yo vendo todo el año, pero las fechas de mayor venta son la temporada de Muertos. Para mí el fuerte es Muertos, porque lo que más veneramos los oaxaqueños es la muerte.
La creación del tiliche
Mientras sus manos morenas moldean el barro del que surge poco a poco el cuerpo de un tiliche, recuerda que su mamá enseñó a sus diez hijos el oficio, pero cada quien ha ido buscando su trabajo; actualmente solo dos se dedican a la alfarería, un hermano a medio tiempo y él, que lo hace a tiempo completo.
Destaca que toda su obra la vende en su casa en Ocotlán de Morelos, solo los tiliches los oferta en Aripo.
- ¿Cómo han ido las ventas con eso del COVID-19?
-En lo personal no me puedo quejar, los artesanos tienen otra visión, piensan que si los extranjeros nos les compran no la hacen, pero cuando se hace un trabajo de calidad se puede convencer hasta a los propios paisanos de comprarte una pieza; cuando haces una pieza y te esfuerzas por hacerlo cada día mejor los resultados son esos. Yo con el COVID-19 y todo esto que ha pasado, la verdad no he dejado de vender. Incluso en el COVID-19 yo estuve vendiendo hasta más en las fechas festivas.
Añade que muchos artesanos señalan que el COVID-19 les cerró las puertas, pero en su caso no. Hace como cuatro años que he estado consecutivamente trabajando.
Afirma que la promoción la hacen las propias personas que compran obra y comienza a difundirla.
“De hecho la fama la tienen las hermanas Aguilar, todas las personas vienen a buscar a ellas y ahorita la innovación es que los hijos nos estemos esforzando y buscando más calidad y nuevos diseños en piezas”.
Sin embargo, su rostro se torna adusto cuando se le cuestiona si sus hijos continúan con su actividad artesanal.
“No, no les gusta, ellos estudian, uno de ellos estudia contabilidad y el más pequeño va a la secundaria”.
Explica que para elaborar sus piezas adquiere costales de barro en la propia comunidad, cuidando que no tengan ni piedras o arena para que lo puedan trabajar.
“Lo pongo a secar y una vez seco, lo ponemos a remojar tres días, luego lo amasamos con los pies y lo trabajamos; después hacemos la pieza, se pone a secar, se coce por nueve horas a una temperatura de 2 mil grados y, al final, se pinta. El proceso total se lleva de 15 a 20 días”.
Dice que su inquietud por realizar nuevas piezas lo ha llevado a explorar diversos temas, como los árboles de la vida, distintas representaciones de la muerte, de vendedoras del mercado.
“Esto es para llamar la atención de las nuevas generaciones, lo jóvenes buscan la moda y yo busco que los jóvenes se interesen por mi trabajo”.
