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La carta para Virginia

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Querida Virginia:

Te escribo esta carta con cierta nostalgia, he estado leyendo sobre tu vida, enterándome de tus cosas, asombrándome con los acontecimientos que te rodearon, y de cómo hacías para resolver el día a día aferrándote a la pluma, internada en el laberinto brumoso de tu personalidad tan única. Me estremecí más de una vez al leer fragmentos de tus diarios; lo siento, caí en la tentación. Me toca vivir en una época en la que tenemos la facilidad de leer no solo tus libros, sino también tus escritos personales, de ir más allá de tus ficciones.

Virginia, te buscaste tanto, y no tengo la certeza de que te hayas encontrado; ni siquiera cuando te dejaste ir a las aguas gélidas de Ouse, con los bolsillos llenos de piedras. Me gusta pensarte como una mujer libre de prejuicios, con el valor de caminar erguida en una sociedad, en la que las mujeres se encontraban en franca desventaja en comparación con los hombres. Admiré tu osada decisión, ya que, luego de leer unas doscientas páginas del Ulises de Joyce, tu respuesta fue no publicarlo  bajo el sello de tu editorial. Nunca me hubiera imaginado que alguien se atreviera a decir tal cosa de la obra de Joyce, desde luego dos grandes escritores y dos grandes egos, pero te repito, en una sociedad donde todo apoyaba y exaltaba las producciones masculinas y desechaba las de la mujeres, creo que fue todo un acontecimiento.

Pues bien, ahora eres bandera de un movimiento muy importante y se te considera como una iniciadora del feminismo, principalmente por tu ensayo “Una habitación propia”, ya que, aunque suena elitista aquello de que para escribir, una mujer necesita tener dinero y una habitación propia, considero que tu planteamiento iba en proponer la idea de independencia, de no tener que estar atada a nadie, a nada, para escribir. Ciertamente tu posición aristocrática también te proporcionó privilegios con los que te abriste paso, pudiste haberlos usado para muchas otras cosas, pero los pusiste al servicio de la literatura y dejaste huella. Me gusta pensar que como en tu novela "Orlando", quizá deambulas por las calles de alguna ciudad en algún lugar del mundo; por lo pronto seguiré leyéndote.

Con cariño 

Mónica

[email protected]

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