Michelle ha sido emprendedora desde que comenzó la pandemia por la COVID-19; no obstante, algo que siempre le causa un poco de miedo es el hecho de hacer entregas presenciales, pero no regresar a casa.
Recuerda que en 2020 fue cuando decidió vender productos de papelería para tener un poco de ingresos, pero las entregas eran de forma presencial, pero al escuchar muchas historias de que las contactaba un perfil de mujer y al llegar, era un hombre, comenzó a tener miedo.
Desde entonces, siempre le pide a alguien que la acompañe a entregar los productos, pues a pesar de que la mayoría de sus pedidos son para mujeres, siempre hay esa duda si en realidad lo son.
“Yo siempre voy acompañada de mi familia a hacer las entregas o si voy sola los mantengo al tanto, porque el 80 por ciento de mis ventas son a desconocidos y muchas veces no sabes qué tipo de gente es”, resalta.
Se protegen entre ellas
La emprendedora menciona que actualmente se realizan algunos bazares en los que ha conocido a más jóvenes mujeres que también se dedican a hacer entregas personales.
Relata que con sus nuevas amigas han coincidido que uno de sus temores es el hacer entregas y que no sea la persona con la que se contactaron o que, a veces, les sugieren lugares que no conocen.
“Cada vez es más sonado lo de las agresiones y desapariciones de mujeres, y por ello, muchas mujeres que tienen su local o puntos de venta, han ofrecido que ahí podamos dejar nuestros productos para que sólo pasen a recogerlo o que sea su punto de encuentro para sentirnos más seguras”, menciona.
Alejandra, vendedora de ropa deportiva, explica que en su caso, siempre va acompañada de su mamá y juntas entregan las prendas o a veces se baja del vehículo y camina hasta el punto de encuentro.
“Me da miedo que vean mi vehículo y copien las placas o algo. Por eso, mejor les digo en cierto punto, pero mi mamá se estaciona más adelante, mientras yo camino hacia la persona, le hago la entrega y regreso”, destaca.
Afirma que en ocasiones ha preferido no venderles a personas cuyos perfiles se vean recién hechos o con nombres extraños, pues no sabe si en verdad quieran comprarle o sea alguna persona con malas intenciones.
“Hacer este trabajo es muy satisfactorio, pero siempre vamos con el temor de que no sea una persona peligrosa que nos vulneren. Es muy triste que hasta para trabajar tengamos miedo; no debería ser así”, lamenta.
Acoso constante
Michelle recuerda que además del miedo de hacer las entregas, tiene que lidiar con el acoso de los hombres en la calle, pues aunque siempre espera a sus clientas en parques o jardines, muchas veces hay hombres que se le acercan.
Cuenta que en una ocasión fue a entregar un paquete a la plaza San Francisco y ahí estaban unos hombres vestidos de policías, quienes le chiflaron y miraron de forma lasciva.
“Busqué a alguien que pudiera ayudarme y vi a otro policía, pero me dijo que como no me tocaron ni agredieron, no podía hacer nada”, relata decepcionada.
La emprendedora comparte que ha pensado en abrir un local, pero algunas de sus conocidas le han mencionado que ni así se escapan del acoso de clientes o personas que llegan, además de asaltos o robos.
“No es posible que no podamos trabajar, tener un ingreso, un emprendimiento, porque siempre habrá alguien que nos quiera violentar. Hay muchas mujeres que por eso dejan de emprender”, lamenta.
Acciones de las emprendedoras:
- Entregar desde el vehículo
- Ir acompañada
- Enviar ubicación a familiares
- Hacer entregas en lugares públicos y con aglomeración de personas
Experiencias:
- Perfiles falsos
- Acoso callejero
- Asaltos
80 %
de ventas son a personas desconocidas
“No es posible que no podamos trabajar, tener un ingreso, un emprendimiento, porque siempre habrá alguien que nos quiera violentar. Hay muchas mujeres que por eso dejan de emprender”.
Michelle
Emprendedora
