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El nacimiento de un coloso; así se construyó el Auditorio Guelaguetza

Foto(s): Cortesía
Redacción

Una colina y una ciudad que se puedan observar una a la otra. Ese es el lugar perfecto para construir un anfiteatro a cielo abierto, parecido al foro de los antiguos griegos y romanos. 

Esto imaginó Mario César del Olmo Sánchez en 1970 cuando aceptó la invitación del gobernador Víctor Bravo Ahuja, y quien luego se desempeñó como Secretario de Educación Pública (SEP), para realizar el proyecto de un auditorio donde los oaxaqueños y visitantes del estado pudieran disfrutar de la máxima fiesta de los Lunes del Cerro: La Guelaguetza.

Mario del Olmo, arquitecto tlaxcalteca y amante de la tauromaquia, aprovechó la pendiente del Cerro del Fortín para poner en práctica sus años de trabajo en Grecia y su pasión por diseñar plazas de toros.

Para Mario del Olmo, el proyecto del Auditorio Guelaguetza fue una grata satisfacción, pues en sus palabras “es una joya muy importante porque aprendí el arte de los anfiteatros a cielo abierto”, refiriéndose al diseño semicircular, en una colina, que recuerda a los antiguos teatros griegos y romanos, aprovechando la pendiente del terreno.

El Antiguo Auditorio

En 1932, la Rotonda de la Azucena era un lugar con tablones y árboles donde los oaxaqueños podían disfrutar del folclor de las regiones de Oaxaca. Sin embargo, fue hasta 1968 cuando se planeó un auditorio donde cada bailable tuviera mayor relevancia y fuera conocido a nivel internacional.

Este proyecto diseñado por Del Olmo fue presentado por el ingeniero Víctor Bravo Ahuja y Fernando Gómez Sandoval al Presidente de la República en turno, Luis Echeverría Álvarez, quien autorizó la construcción.

Los tablones fueron sustituidos por asientos para gradas y un gran techo cubre a los 12 mil asistentes, donde antes lo hacían las copas de los árboles. Además, este evento se ha vuelto internacional y comercial, por lo que el auditorio se ha dividido en cuatro secciones, donde las dos primeras tienen un costo desde 1045 pesos por asiento.

Los vecinos del Auditorio

“Antes colocaban un templete de madera, ahora ya no lo necesitan, ya está todo muy moderno. Las escaleras eran de piedra rústica, no como las de ahora”, afirma el señor Salvador Hernández, vecino del Auditorio Guelaguetza, quien vive sobre la Calzada de las Escaleras.

Para él, ser vecino de esta majestuosa construcción no le ha beneficiado. Pues la remodelación de las escaleras que llevan al auditorio no se concluyó, por lo que al llover, las alcantarillas se tapan y no hay forma de cómo destaparlas. Además, algunos faroles que embellecen la Calzada no sirven y no han sido reemplazados. 

Para él y otros vecinos, es incómodo tener puestos de comerciantes frente a sus casas, debido a que son ajenos a esta colonia. Además, las rentas por estos espacios no se les paga a ellos. 

Le pedimos al municipio que no me tapen mi puesto, pues tapan todo y me perjudican”, comenta don Vicente Mendoza, quien lleva más de 60 años viviendo y actualmente vende dulces y botanas afuera de su casa ubicada en la Calzada de las Escaleras. 

Construcción y remodelaciones

La construcción del Auditorio estuvo a cargo del Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuelas (CAPFCE) Oaxaca, cuyo director era Raúl Corzo Llaguno. Mientras que el presidente general de la obra fue el arquitecto Víctor Manuel Flores Corzo.

Desde 1974, el Auditorio Guelaguetza fue un lugar en el que se podían ver miles de sombreros de paja ondeando al escuchar la Canción Mixteca, pues al estar a cielo abierto, los asistentes debían cubrirse del sol, así como la presentación del resto de las delegaciones de las siete regiones del estado participantes.

Fue en 2009, tras cuatro décadas sin recibir ninguna remodelación, que el entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz inició la instalación de una velaria, la cual dejó a medias al término de su gobierno, por lo que su sucesor, Gabino Cué, la finalizó. Además, las gradas fueron sustituidas por sillas de plástico, entre otras remodelaciones, para tener mejores instalaciones para los oaxaqueños y visitantes.

Esta es una somera historia de la construcción de un coloso desde donde hoy la riqueza cultural y folclórica de un pueblo orgulloso de sus raíces, se presenta ante México y al mundo, en un hecho sin par en el planeta.

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