Don Pedro Ávila, último juglar de la música triqui en Coyuchi, Oaxaca | NVI Noticias Pasar al contenido principal
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Don Pedro Ávila, último juglar de la música triqui en Coyuchi, Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Luis Ignacio Velásquez

Don Pedro Ávila Flores, músico tradicional de la región Triqui, tiene un penar: que la música que ha acompañado a su pueblo, Coyuchi, durante tanto, tiempo perezca porque los jóvenes ya no tienen interés en tocarla, ni narrar sus historias.

Con algunas dificultades para expresarse en español, el hombre de 68 años de edad recuerda que aprendió a tocar guitarra de cinco cuerdas, violín y tambor, -los instrumentos de la música tradicional triqui- viendo a su hermano en las fiestas y eventos de Coyuchi Copala, Juxtlahuaca. “Aprendí a tocar violín de cinco alambres, la armónica y también las hojas de los árboles, yo sé todo de eso”.

- ¿En dónde toca usted?

- Yo toco en cualquier fiesta, en una boda, cuando hay cambio de mayordomo o en la fiesta de San Marcos, en abril; en todas partes toco yo; donde necesitan músico ahí voy yo a tocar.

- ¿Y cuántos músicos tradicionales quedan en Coyuchi?

- Ya se están acabando porque los muchachos de ahorita ya no van como antes con los viejos; ahorita ya casi no hay muchos músicos, nada más yo y otros compas. En la comunidad hay unos cuantos que tocan, pero nada más saben una o dos canciones con violín y otros con guitarra, pero no saben tocar como la costumbre de antes, yo nada más sé de todo.

La Flor Antigua 

Comenta que la canción La Flor Antigua refiere que una mujer cuando es pequeña tiene miedo de ver a su novio y cuando ya está grande puede ir a todas partes.

“Toda canción se habla, tiene una historia y los músicos tradicionales se saben todas las canciones; ahora los jóvenes tocan, pero no saben cómo se habla, pero yo sé todo, de todo”.

Añade que la canción Tortolita describe la forma en que una joven triqui intenta hacer desistir de su interés por ella a un muchacho, por eso le pide que no se fije en ella porque no sabe hacer comida, ni tejer.

Ni nada. Le dice que, si se fija en ella, le va a hacer mal a él. Le gusta peinarse y estar bonita, pero si la ve cerca de su casa, que se vaya para el monte porque no es muy buena, es muy mala. No la puede mirar, le dice la muchacha.  

“Nuestra música cuenta nuestras tradiciones, lo que hemos vivido en el pueblo, pero ya no hay músicos tradiciones, porque hay unos poco muchachos que tocan y se saben unas cuantas canciones en violín, pero no saben cómo habla la canción. No sabe qué se habla en la canción, pero yo sí se hablar todas las canciones, con violín, guitarra, tambor, armónica y hoja de árboles, todo se habla”.

Ávila Flores dice que poco a poco la música y sus historias se fueron metiendo en su cabeza y no se le olvidan. “Cuando piden una canción yo le hecho rápido, porque a eso voy y estos pensando en ellas, entonces no se me van de la cabeza”.

- ¿Y no ha enseñado a sus hijos?

- Sí, pero como no tiene tiempo, ahí más o menos.

El moreno rostro, ajado por el paso de los años, se torna triste cuando manifiesta que no puede hacer nada para que la tradición musical de su pueblo no muera. “¿Qué le hace uno, si casi nadie quiere aprender a hacer música como yo? ¿Cómo le hacemos si yo enseñé a algunos niños en la escuela, pero nada más aprende uno o dos cosas y al rato ya las olvidan?

Orgullo de sus raíces, señala que para tocar usa calzón de manta, guayabera, sombrero, pañoleta en el cuello, gabán al hombro y huaraches. “Pero hasta eso, los jóvenes ya no quieren vestir nuestro traje tradicional”.

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