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Denuncian apropiación cultural en paquetes de bodas en Oaxaca

Chinas oaxaqueñas
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Citlalli López Velázquez 

 

 

Mujeres bailando con canastas en la cabeza mientras la banda toca jarabes del valle, hombres repartiendo mezcal y gente moviéndose al ritmo de los monos de calenda. La estampa, cada vez más común afuera del templo de Santo Domingo de Guzmán, ha sido fuertemente impulsada por la venta de paquetes de bodas oaxaqueñas, actividad que representa una forma de apropiación cultural.

“El concepto de bodas oaxaqueñas está ofertado en un mercado comercial, ofrecido al público por paquetes, construidos a partir de la apropiación cultural de una calenda, incluyendo el mezcal, la música y las mujeres bailando”, afirma Kupijy Vargas Huitrón, en su reflexión “Bodas oaxaqueñas: entre la gentrificación y la apropiación cultural”, publicada en la revista digital Malvestida.

Al poner el tema sobre el debate público con su reflexión hecha desde su sentir indígena y oaxaqueña, en entrevista con NOTICIAS la también impulsora de bibliotecas comunitarias, advierte que se corre el riesgo de la banalización.

“La identidad que significa la historia de un público, familia, comunidad y personas, tenga un signo de pesos, más grave aún es que quienes las comercializan son personas externas a una comunidad”.

"El colonialismo vuelve a triunfar" 

Kupijy Vargas aclara que el texto “Bodas oaxaqueñas: entre la gentrificación y la apropiación cultural” fue escrito desde sus cuestionamientos, pero también desde sus sentimientos.

“Lo personal es político, por lo tanto también emocional y para escribir no podemos separar lo que nos causa en nuestras emociones al ver estas representaciones”, afirma.

En el texto también señala: “Estos paquetes ofrecen ese concepto para después tener una fiesta en el jardín etnobotánico, en donde se sirve comida oaxaqueña gourmet, alimentos que se comen dentro de la región, pero servidos de manera estilizada. Quienes los preparan y los sirven, es decir, los meseros, cocineras, etcétera, son quienes sostienen con sus atenciones a esa fiesta en donde no existe la Guelaguetza, ni el acto de dar y recibir, sino que existe una monetización por los servicios. Es allí cuando el colonialismo vuelve a triunfar, convirtiendo en trabajadores a todas esas personas de la cultura en la que crecieron y nacieron, en sus propias tierras”.

“La reflexión aquí está en quién es el espectador y quién es el espectáculo, cuáles son las condiciones económicas, materiales y de piel que colocan a cada uno de ellos en estos lugares”.

Y agrega: “Me parece interesante reconocer estas dinámicas porque las tradiciones con las cuales los pueblos crecieron se convierten ahora en una forma de trabajo para ellos, además, porque la cultura hegemónica se apropia de esto para convertirlo en una forma de trabajo y beneficio privado”.

“No pude separar mis recuerdos con lo que presenciaba, existen un sinfín de respuestas justificadas académicamente para responder todas las preguntas me hice, tras las cuales se pueden encontrar explicaciones dentro de los sistemas económicos y de opresión, capitalismo, globalización, colonización, clasismo y pigmentocracia”.

“Desde mi posicionamiento académico puedo conceptualizar esa representación en cada uno de estos conceptos, sin embargo, quiero que este texto, más que una cuestión académica, trascienda a un posicionamiento de recuerdos, sueños y emociones”.

El texto íntegro puede ser consultado en su página en Facebook.

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