El conocimiento sobre el reciclaje de residuos sólidos urbanos lo adquirió en la práctica. Desde muy joven, Concepción se inició en este trabajo que hoy más que nunca, en medio del problema generado por la falta de un relleno sanitario y el cierre del tiradero, tiene mayor valor.
No se considera una heroína; sin embargo, su labor aporta todos los días un grano de arena contra la contaminación ambiental.
“Me gusta decirle a la ciudadanía que es mejor seleccionar toda la basura porque por eso tenemos este mundo tan contaminado, por eso estamos dañando la capa de ozono”, señala mientras va seleccionando dentro del plástico el material que puede reutilizarse y el que no.
Ella al igual que varios integrantes de su familia labora en un centro de reciclaje ubicado sobre la Y de Zaachila, a poco menos de un kilómetro del antiguo tiradero de basura. Ahí todos los días recibe cartón, pet, aluminio, plástico duro, vidrio, bronce y metales.
Cada residuo tiene un costo diferente y varía el precio conforme el mercado lo establece. Así por ejemplo hay días en que el cartón puede ser comprado a un peso el kilo y al otro a cincuenta centavos. “No hay precios fijos, pero hoy la lámina está a 4 pesos el kilo, el aluminio a 20 pesos, el pet de diferentes precios dependiendo cómo me lo traigan, porque si está revuelto con botes de cloro, suavitel o yogurt, es a cinco, si lo traen separado puros botes de agua y refresco es a ocho pesos”.
La separación de residuos tuvo un incremento muy importante entre la ciudadanía a partir del cierre del tiradero, casi en un 80 por ciento, explica Concepción, convencida que éste es un paso fundamental para transitar a la construcción de una sociedad con conciencia ambiental.
“Aunque hay muchas clasificaciones, no es difícil de aprender, aquí los vamos guiando para que cuando lleguen a dejar sus residuos no se regresen con basura”, expresa.
La mañana avanza y mientras Concepción y su familia continúan en la clasificación, llega una familia a dejar su material reciclable. Aquella es la primera vez en que lo hacen. Antes todo lo tiraban a la basura, ahora buscan clasificar y con ello han logrado reducir hasta en un 50 por ciento el volumen de lo generado. “Cuesta un poco de trabajo, pero hay que ir creando esta nueva cultura”, culmina.
