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Canción, lienzo de sentimientos para el músico Eduardo Woolrich

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Mucho se habla de la resiliencia en el mundo del arte, en una ciudad como Oaxaca hay personas talentosas que buscan de cientos de formas dedicarse a su pasión, sabiendo que se enfrentarán a cuestionamientos, dificultades económicas y una larga búsqueda de oportunidades.

Pero el oaxaqueño Eduardo Woolrich es alguien que fluye en ello, persiguiendo su sueño y buscando siempre nuevos escenarios para que conozcan su música.

Dedicado a la música desde su adolescencia, aprendiendo de manera autodidacta, comenzó a cantar y a componer canciones; ahora ha decidido dar un paso agigantado y probar suerte en la Ciudad de México para mostrar su talento. 

Eduardo Woolrich guarda en su memoria todo lo que trabajó en Oaxaca para crecer como músico, los bares en los que tocó, todos los empleos que tuvo para sostenerse e invertir sus ganancias en su arte. 

“Llevo once años haciendo música, empecé a componer a la par que aprendí a tocar la guitarra, estuve primero en una banda durante casi cinco años que se llamaba 'Cerebros de pájaro'. Tocábamos en la calle hasta que luego llegamos a los bares”.

El compositor de 26 años menciona que el proceso de llevar a cabo un proyecto como el que él buscaba, requería de arduo trabajo, en el que no solo se trataba de componer y hacer que sonaran bien, sino que el lograr expresar fielmente lo que siente y lo que quiere decir al mundo. 

“Antes yo sentía que mis canciones, de rock sobre todo, hablaban de mucha ficción, cantaba sobre cosas que ni había vivido; aunque siempre me apasionaba escribir, ahora siento que mi discurso es bastante honesto”. 

Su trayectoria 

Woolrich tiene una amplia carrera como músico. Recientemente lanzó un sencillo durante el confinamiento por la pandemia, “El Barco se Hunde”, como un EP que se compone de dos lados. “El Final del Juego” fue su primer disco de larga duración, con 12 canciones, y es hasta ahora su proyecto más complejo: 

“El proyecto de grabar un álbum ya lo tenía desde hace tiempo; no tuve tanto problema con grabar, pero cuando establecí las fechas (...) me dieron un mes para pagar todo, tuve que pedir dinero prestado, encuadrar los horarios; mentiría si dijera que fue estresante, para mí fue una locura, fue bastante disfrutable”, recuerda en entrevista.

Eduardo combina en sus canciones el rock con otros géneros como cumbia, salsa, flamenco, jazz, ritmos africanos y hasta son istmeño, lo que hace llevar al oyente a un viaje hacia diferentes escenarios.

El proceso de componer

Eduardo explica que ve el componer una canción como un lienzo en blanco donde puede escribir lo que siente y piensa.

“Escribir para mí es como tener espasmos, no puedo evitarlo. A veces es una idea que tengo incrustada en la mente, escribo por el puro ejercicio, estoy con mi guitarra y empiezo a formular una letra sobre nada, después empiezo a buscarle un sentido”.

En sus canciones se pueden escuchar sus vivencias, experiencias contadas a través de poesía e historias de las que afirma, sin darse cuenta, eran referencias de sus escritores favoritos.

“Algunas de las canciones en este álbum cobran sentido por los cuentos de Cortazar, empecé a ver que muchas canciones coincidían con sus relatos, pero me di cuenta de ello hasta que ya estaban escritas”.

Mantenerse en el camino 

Vivir del arte ha sido sinónimo de arriesgarse a carecer de recursos en un principio y tocar demasiadas puertas, como así se ha dicho entre familias tradicionales, pero afirma que eso nunca le importó.

“Ha habido momentos en los que sí me dije ‘las cosas no van a resultar’, pero ya estoy en un punto en el que pienso, si resulta o no, al menos ya hice todo lo que tuve en mis manos”.

Siendo músico emergente, el camino se puede tornar desconsolador ante los prejuicios y presiones de la actualidad.

“Siempre me he sentido fuera de la ecuación, como que no encajo, me he sentido rechazado en general; pero luego abrazas eso y te da luces”.

Cambio radical  

Eduardo Woolrich mencionó que el haber cambiado de residencia a una selva de concreto como la CDMX fue un salto en trampolín y una oportunidad para hacer todo diferente.

“Hay lugares donde sí me dan chance tocar y otros no, en bares, cafés, por mientras ando tocando solo hasta que encuentre a quienes les guste colaborar conmigo, gente que me acompañe, guitarrista, baterista, bajista”.

Eduardo Woolrich finalizó expresando el deseo que tiene por empezar a irse de gira por el país. Al preguntarle sobre cómo llevar a cabo un sueño y no morir en el intento respondió lo siguiente:
“Para hacer esto necesitas una obsesión, no la rechaces, acepta lo que eres (...) el deseo que tienes por manifestar artísticamente viene contigo y es un regalo que no tiene todo el mundo o que no todo el mundo lo abraza”.

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