Como es tradición, los juchitecos se disponen a despedir el año y para ello, los llamados “viejos” comienzan a recorrer las céntricas calles de la ciudad, bailando y pidiendo “limosna”.
A cinco días de la llegada del Año Nuevo, en Juchitán, los “huelos” (zapoteco) se mezclan con los visitantes, bailando jocosamente entre los puestos, alegrando a todos y divirtiendo a los comerciantes que también “cooperan”.
“Muy buenas noches señoras y señores, venimos a saludarlos por el Año Nuevo”, es el recital con el que se presentan los “viejos” en un domicilio, principalmente al caer el sol de noche. "No se estilaba en el día”, señaló Armando Santibáñez.
Narró que a final de los años cincuenta, el señor Fausto Jiménez, de Cheguigo, con dos de sus hijos guitarristas recorrían las secciones con la pareja, los últimos tres días del año.
Al paso de los años, otras familias juchitecas animaron a sus hijos vistiéndolos con ropa rota, y así hasta evolucionar en el vestuario y representación de la mujer con tocados y maquillaje. Eran acompañados con “Pitu nisiaba” (flauta y tambora), pero en la actualidad lo hacen con una banda de música.
“Había familias que contrataban a una pareja a la hora que congregaban a sus familiares a la hora de cenar […] antiguamente el Huelu de dejaba caer cuando entonan 'el viejo se murió'”, agregó el decano periodista.
De acuerdo con el historiador Tomás Chiñas Santiago, se trata de una tradición que nació en Veracruz y se extendió a otros estados del sureste del país como Oaxaca, Chiapas, Yucatán y Tabasco.
En Juchitán, las personas se disfrazan con ropa vieja, enaguas, rebozo, máscara o barba y bigote blanco, sombrero y paliacate; mientras bailan, con una lata en la mano van pidiendo limosnas.
