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Guelaguetza, fiesta de raíz prehispánica de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Octavio Vélez Ascencio

Por sus orígenes, la Guelaguetza constituye la máxima expresión de multiculturalidad y de hermandad de los 16 pueblos indígenas de las ocho regiones de Oaxaca.


Durante el esplendor de Monte Albán, los zapotecas se reunían en julio en uno de sus lugares sagrados ubicados en el Cerro de Bella Vista (Dani Lao Nayaalaoni), conocido ahora como Cerro del Fortín, para hacer ofrendas a sus dioses agrícolas Pitao Cocijo (lluvia) y Pitao Cozobi (deidad del maíz), en agradecimiento por las cosechas recibidas.


Después, al conquistar la antigua Huaxyacac, los mexicas honraban a sus dioses Centéotl (mazorca madura) y Xilonen (mazorca tierna), en un teocalli, donde se localiza hoy el templo del Carmen Alto.



A las diosas se les ofrecía como tributo los mejores frutos, las mejores cosechas y las más preciosas flores, como símbolo de la abundancia y el buen proveer.


Prehispánico


Según un estudio de los investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Benjamín Muratalla, Diocelina Conde Montes y Eduardo Luna Ángel, durante estas festividades, antes de la conquista, las casas de principales y macehuales se adornaban con elementos de milpa: elotes tiernos, hojas, cañas y espigas. El ritual incluía compartir entre la comunidad los primeros frutos de la siembra y también el sacrificio de una doncella para ofrendar su sangre a los dioses, lo que significaba una reciprocidad entre los humanos y la divinidad.


Las fiestas desbordaban en música de teponaztles, huéhuetls, flautas y sonajas. Los cantos eran plegarias y las danzas, reverencias; los alimentos derivados del maíz simbolizaban la esencia de los dioses; y las casas eran adornadas con cempasúchil.


A la virgen del Carmen


Durante la conquista, los españoles construyeron en 1532 la ermita de la Santa Veracruz encima del teocalli de los mexicas y posteriormente en 1690, el templo dedicado a la Virgen del Carmen, para instituir la fiesta de esta advocación mariana, el 16 de julio, porque coincidía con los días de celebración de sus rituales.


El cronista de la ciudad, Jorge Bueno Sánchez rememoró que la festividad en el Cerro del Fortín tiene como antecedente la presentación de las llamadas Bodas de Cosijoeza, el rey zapoteco de Zaachila, entre 1926 y 1931 –año del gran terremoto de 7.8 grados–, en la llamada Rotonda de la Azucena, construida en el Cerro del Fortín, por el entonces gobernador Genaro V. Vásquez.



Explicó que el festejo se convirtió después en el llamado Homenaje Racial, organizado por el gobierno estatal, el 25 de abril de 1932, en ocasión del 400 aniversario de la fundación de la ciudad de Oaxaca.



“Fue organizado para rendir pleitesía a la gran señora, hubo música, danzas, tradiciones y costumbres de los pueblos indígenas, aunque todavía se estaba lejos de lo que es ahora los Lunes del Cerro en julio”,


Detalló que el Homenaje Racial se presentó otra vez un año después por la asistencia del entonces presidente Abelardo L. Rodríguez, al Congreso Mexicano de Historia, en el teatro Macedonio Alcalá.


Y detalló que dos años después, en 1935, el Homenaje Racial se presentó nuevamente, pero ahora el 20 de noviembre, por el 25 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana.


La primera Guelaguetza, en 1950


Fue hasta 1950 –contó–, en que el gobierno estatal organizó y presentó la primera Guelaguetza, con la participación de los pueblos y comunidades indígenas de las en ese entonces, siete regiones.


“De esta manera, como siempre ha distinguido a los pueblos indígenas de Oaxaca, las comunidades de las siete regiones decidieron venir a compartir sus tradiciones y sus ofrendas, porque Guelaguetza significa dar o compartir”, señaló.


La máxima fiesta de los oaxaqueños


Con el paso del tiempo, la Guelaguetza, se ha convertido en la máxima fiesta de los oaxaqueños, por la presentación de la música, la danza y las tradiciones de los 16 pueblos indígenas de las ahora ocho regiones, aunque últimamente se ha sumado otro pueblo, el negro afromexicano de la Costa.


Con esto, se ha convertido en la fiesta dancística más colorida de todo el país, que da reconocimiento internacional no solamente a Oaxaca, sino a todo México.


Por la región de Valles Centrales, se presentan la Danza de la Pluma y el Jarabe del Valle, por la Sierra Norte, los sones y los jarabes y por la Cuenca del Papaloapan, la danza Flor de Piña



Mientras que por la Cañada, los sones mazatecos, por la Costa, las chilenas, por la Mixteca, el Jarabe Mixteco y por el Istmo de Tehuantepec, los sones istmeños, que son los más representativos de Oaxaca.


Es ahora un producto comercial


Con el transcurrir del tiempo, se ha modificado la Guelaguetza y se ha convertido más en un producto comercial para el turista nacional internacional o nacional, porque constituye uno de los motores importantes de la economía oaxaqueña, por la presencia de miles de visitantes.


La duplicación del número de presentaciones, la transformación del auditorio Guelaguetza y la pérdida en algunos casos de la expresión auténtica de los pueblos y comunidades indígenas, han originado que el festejo vaya perdiendo su esencia original.



Además, quienes habitan en la ciudad de Oaxaca, han dejado atrás la costumbre de acudir al Cerro del Fortín a desayunar y compartir sus alimentos con los demás, para posteriormente asistir a la presentación, porque prácticamente la fiesta es ahora para el turismo.



“En los años 60, éramos pocos, pero ahora con casi 300 mil habitantes, más 50 mil turistas, ya no se puede hacer lo mismo. La trascendencia que ha alcanzado la Guelaguetza, la modernidad y la necesidad de la industria turística, nos obligó a cambiar esas costumbres”, asentó el cronista de la ciudad.


El Jarabe del Valle


El Jarabe del Valle se estrenó el 15 de septiembre de 1910 en San Antonino Castillo Velasco. Se baila por hombres y mujeres en las mayordomías y en cualquier festividad. Se compone de los sones Jarabe del Valle, El Palomo, Pasen a Tomar Atole, El Guajolote y El Loro. Incluso, las Chinas Oaxaqueñas, en su presentación en la Guelaguetza, utilizan al Jarabe del Valle como su música representativa.


En el año de 1912, por primera vez se le puso coreografía al Jarabe del Valle y así se estrenó un 24 de diciembre, en la Noche Buena.



El Jarabe del Valle se popularizó y con esto, se baila en festividades y mayordomías de muchos pueblos zapotecos de Valles Centrales

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