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Fallece el compositor Pierre Boulez

Foto(s): Cortesía
Redacción

FRANKFURT, Alemania.- Pierre Boulez, director, compositor, docente y una de las principales figuras de la música clásica moderna, falleció a los 90 años.


La noticia fue confirmada por Hamid Si Amer, vocero de la Filarmónica de París, quien explicó que el deceso fue en Baden-Baden, Alemania.


Aun si dirigía música romántica extravagante como Wagner o Mahler, Boulez mantenía su presencia fresca y contenida en el podio, donde lucía trajes formales con corbata o esmóquines de cola y comunicaba con sus gestos más lógica que frenesí.


Nacido en Montbrison, Francia, Boulez comenzó estudiando matemática antes de cambiarse a la música. Estudió armonía en el Conservatorio de París con el compositor Olivier Messiaen y recibió clases de Rene Leibowitz en el disonante estilo del siglo 20 conocido como dodecafonismo, o música de doce tonos.


Desde los escombros de la II Guerra Mundial, un puñado de compositores europeos tuvieron la osadía de querer reinventar la música y romper con todo lo establecido: quizá el más temido y respetado de ellos fuera Boulez.


Del genio francés se recordarán tanto sus obras innovadoras como su peculiar manera de dirigir la orquesta (siempre renunció a la batuta).


Pero cuando se pronuncie el nombre de Boulez, este irá siempre acompañado también de sus bravatas y declaraciones altisonantes, en las que lo mismo daba por muerto al padre del dodecafonismo Arnold Schoenberg que llamaba a "hacer volar los salas de ópera".


Por eso estos días se agotarán los lugares comunes para definir al francés como "iconoclasta", "rebelde", "enfant terrible" o cualquier adjetivo que deje claro que lo suyo era cargar contra lo establecido para construir algo nuevo.


Él mismo reconocía, no en balde, "preferir una buena polémica con espadas y sables que una especie de cortesía de conveniencia".


Como sucede tantas veces entre los superdotados musicales, a los ocho años el pequeño Pierre Boulez podía ya tocar piezas de Frédéric Chopin en el piano, aunque sus capacidades iban mucho más allá y se extendían a la física, la química o las matemáticas.


Sin embargo, siempre quiso esconder esas dotes para evitar que su padre le obligase a dejar la música con el fin de centrarse en estudios científicos.


En 1955, estrena Marteau sans maître (Martillo sin dueño), obra central de la música del siglo 20, en la que cristaliza el desafío de la nueva generación de compositores europeos a los cánones.


En consonancia con su temperamento, suscribe cinco años más tarde una declaración en favor de la insumisión en la guerra de Argelia, que condena al ostracismo a todos sus signatarios.


Si algo distingue a Boulez de otros creadores coetáneos suyos es su faceta como director de orquesta y como pedagogo, siempre llevado por el afán de divulgar una música difícil de apreciar sin una preparación previa.


Como director, permanece fiel a un repertorio en el que brillan Debussy, Ravel y, ante todo, Mahler (a quien Boulez idolatra, al igual que a Wagner), junto a otros grandes nombres como Bartok, Stravinsky o el propio Schoenberg.


Poco a poco, el Boulez director roba cada vez más espacio al Boulez compositor. En 1971 desembarca al frente de la Filarmónica de Nueva York, con grandes esperanzas de renovar su repertorio tras el paso de Leonard Bernstein.


Sus seis años al frente de la institución neoyorquina no consiguen darle el giro revolucionario que había pretendido y en 1977, llamado por el entonces presidente francés Georges Pompidou, regresa a Francia para ponerse al frente del nuevo Instituto de Investigación y Coordinación Acústico-Musical, más conocido como Ircam.


Hace justo un año fue inaugurada la Philharmonie, espectacular sala de conciertos diseñada por Jean Nouvel, que completa este ambicioso proyecto impulsado por Boulez para sacar la música de sus recintos burgueses y llevarlo al corazón del París multicultural.

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