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Deja semilla El Sistema

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- Llegaron en contingente desde Venezuela portando la semilla de El Sistema.


Ser parte de la Sinfónica Simón Bolívar (SSB) implica no sólo el privilegio de tocar con batutas como Daniel Barenboim, conquistar salas como el Concertgebouw de Ámsterdam o acompañar a solistas como Plácido Domingo, sino también replicar el trabajo de José Antonio Abreu, el fundador del Sistema Nacional de Orquesta y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, conocido simplemente así, como El Sistema.


Sucede ahora en los salones del Centro Cultural Ollin Yoliztli. Trabajan aquí como lo harían en casa. Sólo que en vez de un "chamo" de Trujillo está Rodrigo, de 12 años, de Milpa Alta, que hace un mes nada sabía de música y machaca con su violín de 3/4 al ser parte de la orquesta delegacional. Hay 14 ensambles como el suyo en la CDMX.


"Estamos agradecidos de poder dejarles la semilla que ha sembrado en nosotros el maestro Abreu", dice Mónica Gómez, violista, hija de El Sistema y miembro de la SSB desde hace 15 años. Llegó con Abreu cuando tenía 15. Y hoy toca con la orquesta que reúne a los fundadores y a los nuevos talentos. Todos, los 120 atrilistas, enseñan.


"Es parte del trabajo que nosotros hacemos en Venezuela, con nuestros muchachos. Tocan con nosotros, los estimulamos a que siempre estén imitando al maestro para hacer lo mejor posible", dice Gómez, presta a mezclarse con los violistas de la Escuela Vida y Movimiento. 


Andrea García, de 23 años, tocó codo a codo con el cuarteto de violas de la SSB. "A algunos nos funciona más ver y después hacerlo, una forma de aprendizaje imitando", dice.


Los jóvenes capitalinos trabajan por instrumentos con los 35 atrilistas de la Sinfónica. A veces los nervios traicionan a los muchachos, el aire se corta y la escala con la trompeta no sale.


"No es una competencia, no pasa nada si no sale el ejercicio", los tranquilizan.


La disciplina es la clave. No hay que dejar de estudiar. El solfeo, aprenderán, es el pan nuestro de cada día como músicos.


La semilla de Abreu se multiplica: trabajar sin mezquindades. Como maestros, no hay que guardarse nada frente al alumno. Tocar y luchar es el lema de la orquesta pionera de El Sistema.


El regalo, después de tres horas de trabajo, es un recital del cuarteto de violas en el pequeño salón: la Fantasía para cuatro violas de York Bowen y un merengue venezolano del contrabajista de la SSB Abraham Maduro. El asombro cunde entre los muchachos.


Terminada la jornada, Rocío Valverde, de 20 años, aguarda a que sus colegas salgan del salón. Quiere al menos un minuto a solas con el cuarteto para que la escuchen con el Motto Perpetuo de Paganini. No será un minuto sino diez. Más de lo que soñó Valverde.


"Mi sueño es llegar a ser una instrumentista con alto nivel y, en un futuro, de igual forma que ellos hacen, yo aportar algo a otras generaciones", asegura la joven.


La semilla está sembrada.

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