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¡Salve al Rey! Entregan corona al nuevo monarca, Carlos III

rey
Foto(s): Cortesía
Redacción

Carlos III fue coronado Rey en la Abadía de Westminster, ante unos 2 mil invitados, en una ceremonia solemne que duró cerca de una hora.

Momentos antes, el Rey Carlos III de Inglaterra prestó el solemne juramento de gobernar al pueblo de Reino Unido y de fomentar un entorno en el que personas de todas las creencias y credos puedan vivir libremente, tras colocar la mano sobre la Biblia y besar el libro sagrado.

Afuera se escuchaban los gritos de: “Dios salve al rey Carlos” y los toques de trompeta, mientras los más de 2 mil invitados a la coronación reconocían al nuevo monarca.

La tradición medieval comenzó cuando el Arzobispo de Canterbury presentó a Carlos III a los asistentes como el “Rey indudable”. Después, les pidió que mostraran su apoyo con el cántico. La Abadía estalló en vítores y fanfarria de trompetas.

Acuden 100 jefes de estado 

Carlos III recogió ceremoniosamente el testigo de la Corona británica ante los ojos de más de 100 jefes de estado y representantes de 200 países que vibraron con la emoción de los actos históricos bajo las ojivas de la abadía de Westminster.

Más de 7 mil soldados y 19 bandas militares arroparon al rey Carlos y a la reina Camila en su triunfal regreso al Palacio de Buckingham tras el acto litúrgico que se prolongó durante dos horas, mientras decenas de miles de británicos se apiñaron a lo largo de los dos kilómetros de recorrido para entonar el consabido "¡Dios salve al rey!".

Con su capa de armiño y corona imperial de Estado, Carlos emergió junto a Camila en el balcón de Buckingham ante el entusiasmo del público, que vibró al paso de los "fechas rojas", en una versión reducida por el mal tiempo pero lo suficientemente espectacular para realzar la ocasión.

La intensa lluvia y la detención de varios manifestantes anti-monárquicos en Trafalgar Square pusieron el contrapunto deslucido a un evento que entrará en los anales del siglo 21 como el inicio de una nueva era para la monarquía británica, bautizada ya por algunos historiadores como la 'era carolingia'.

Las otras dos notas disonantes en la Coronación fueron la presencia solitaria del príncipe Harry, que regresará a Estados Unidos al cabo de 24 horas, y la aparición del príncipe Andrés, abucheado por la multitud y vestido con la túnica de la Orden de la Jarretera.

El orbe de esmeraldas 

Durante la ceremonia, Carlos recibió un símbolo de gran valor simbólico: el orbe de esmeraldas, rubíes, diamantes y zafiros que representa el poder del soberano y que al mismo tiempo engloba al mundo cristiano. El rey empuñó también una espada que simboliza la misericordia y la prudencia en su cometido.

El arzobispo de Canterbury encajó después en su cabeza la aparatosa corona de San Eduardo de dos kilos, y fue en ese momento cuando resonaron en la abadía los gritos del "Dios salve al rey", acompañados por salvas lanzadas desde distintos puntos de Londres.

La mayor novedad de la ceremonia fue la sustitución del juramento de los pares, leído por los aristócratas por el así llamado "homenaje del pueblo". La polémica levantada, especialmente entre el 23% de los británicos que se consideraban republicanos, obligaron a última hora a retocar el texto y a convertirlo en una "invitación" al pueblo, más que en una jura colectiva de lealtad.

Pese a su condición de Gobernador Supremo de la Iglesia de Inglaterra y "defensor de la fe", el propio Carlos puso el empeño de abrir la ceremonia a personalidades de otros credos (musulmanes, hindúes, sijs, judíos, budistas), fiel a su compromiso adquirido de "proteger la diversidad religiosa del país" en unos de sus primeros discursos como rey tras la muerte de su madre.

Los príncipes de Gales se hicieron esperar y fueron de los últimos en entrar a la abadía junto a sus hijos Charlotte y Luis (George ejercía de paje de su abuelo). La tiara de Kate fue un imán para las cámaras y Guillermo tuvo también su momento estelar cuando, arrodillado ante su padre, le juró lealtad y pidió ayuda a Dios en calidad de heredero del trono.

En uno de los momentos más emotivos -y aparentemente espontáneos- de la celebración, el príncipe William tocó con los dedos la corona de su padre y le dio un beso en la mejilla tras su juramento. “Amén”, respondió el rey, con los ojos vidriosos por la emoción.

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