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El gimnasio de los espíritus inquietos

Foto(s): Cortesía
Redacción

Quien está inmerso en una experiencia continúa e intensa no suele tener la perspectiva adecuada del sentido de lo que ocurre. Muchos oaxaqueños tal vez se hayan acostumbrado a que durante varios meses del año, y ahora por cinco años consecutivos, el imponente teatro Macedonio Alcalá se transforme en el hogar más amable del cine contemporáneo.


Allí pasan muestras itinerantes de algunos festivales de México, se ofrecen ciclos específicos de una cinematografía desconocida, se alienta a reconocer el talento del cine vernáculo menos conocido y se insiste en la variedad que define al cine mundial pero que las salas comerciales y en ocasiones los mismos festivales mexicanos no refrendan con las programaciones elegidas.


Visto desde la distancia, lo que propone y ejecuta Oaxaca Cine es lo más parecido a una utopía: el cine es de muchas maneras, pues lo múltiple define un camino (estético y político), acaso el menos transitado. Cuando otras instituciones eligen películas vindicadas por el poder simbólico del norte o el viejo continente, incluso si han sido fundadas para defender el cine que no se define por la taquilla, Oaxaca Cine no se ha permitido coquetear nunca con el discurso del éxito y la prepotencia del consenso. Si se proyecta una película consagrada, es por otros motivos.


Tiene un valor y suma a una propuesta. Es que la coherencia no es dogmática, más bien tiene que ver con una forma sensible de ofrecer una programación que juegue cariñosamente con el público a transitar poéticas menos conocidas sin exonerar propuestas más familiares para los espectadores. Exigencia y amabilidad, vectores de una programación coherente.


Los fieles espectadores lo sabrán apreciar: a lo largo de los años, la variedad de películas exhibidas, algunas muy demandantes, otras accesibles, han moldeado una forma de mirar y escuchar, e incluso de hablar, acerca del cine. Oaxaca Cine es el gimnasio de los espíritus inquietos de la ciudad. Ahí se práctica el cine, se lo vive y así se lo ama. Y lo sorprendente es que en esa práctica se aprende siempre. El cinéfilo es quien sabe que el cine jamás es mezquino. Una película expande el acotado universo de todo hombre.


Quien escribe aquí ha visitado algunas veces Oaxaca y ha visto a la distancia la evolución de este emprendimiento. Es notable. No les basta con proyectar películas magníficas en una sala a la altura de las circunstancias. Quienes llevan adelante la institución creen necesario proponer actividades que refuercen lo que las películas incitan: el deseo de saber más sobre cine y a través de él intuir otras verdades del mundo. Esa es la razón por la que los organizadores consiguen a menudo traer a un invitado.


En estos años que han pasado, por ejemplo, se ha invitado como programador al gran Richard Peña y varios cineastas fundamentales han acompañado sus respectivas proyecciones. Ese refuerzo extracinematográfico tendrá algún día alguna deriva inesperada, más programática y menos ocasional. Oaxaca Cine no se agota en sus proyecciones.


La ética del programador es la persistencia; él o ella sabe que debe garantizar una experiencia en el tiempo. Isabel Rojas y Rigoberto Perezcano, y muchos otros que colaboran en Oaxaca Cine, han demostrado un compromiso con el cine y la audiencia. Los que asisten al “gimnasio” saben que los responsables de Oaxaca Cine han hechos votos cinéfilos. Ellos no responden a ninguna autoridad excepto a su pasión; son fieles al cine.


Todavía les emociona hacer emocionar a otros, todavía esperan la oscuridad para poder ver el reflejo de la luz de la pantalla rebotando en los cuerpos inmóviles sentados en la sala que atienden y se entregan a la sucesiones de planos sonoros y visuales que componen una película. El máximo placer de un programador consiste en espiar a los espectadores haciendo una experiencia que él o ella ya tuvo y que fue decisiva para sostener el amor por el cine.


TOMA NOTA


Cinco años, cinco días, cinco películas, cinco autores. El festejo de un aniversario es un ritual como cualquier otro: intenta conjurar la contingencia y la fragilidad de nuestros actos. Nada es para siempre, y es por eso que se festeja la circularidad y la repetición de un ciclo. Se renueva momentáneamente la irrecusable fe por algo que se ama y se cree. Los que están detrás de Oaxaca Cine así lo entienden. Insisten, proyectan, aman.

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