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"¡Ya llegaron los de Ejutla!" Legado familiar en grito de Guelaguetza

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

"¡Ya llegaron los de Ejutla!", se escuchaba con la resonante voz de Gustavo Pérez Jiménez, mientras las y los danzantes se preparaban para bailar los jarabes que inundaban de algarabía al Auditorio Guelaguetza; aun un estando lejos, se podía escuchar el fuerte faldeo de las bailarinas. Un sinónimo de orgullo que, para Malinali Díaz, hoy evoca la memoria de un legado familiar.

Malinali Díaz Hernández pertenece a una de las primeras delegaciones que iniciaron la máxima fiesta de Oaxaca desde el homenaje racial en 1932, Ejutla de Crespo. Creció viendo a sus familiares bailar los alegres jarabes de esta comunidad, por lo que su aspiración por ser parte de la delegación, empezó desde muy temprana edad.

La aspiración al legado

Desde sus primeros años, afirma que vivió rodeada de la magia que giraba en torno a las fiestas representativas. Precisamente era en casa de sus abuelos en donde la delegación acudía a ensayar y Malinali aprovechaba para presenciar cuando ejecutaban cada uno de los bailes.

“Observaba el movimiento de las faldas y me maravillaba con sus colores, escuchaba con atención ese zumbido que se genera al faldear con fuerza, disfrutaba el sonido rítmico de los pasos, los gritos de alegría que se escuchaban en el patio principal. Soñaba en que algún día podría representar a Ejutla como ellos”.

Ella no quería ser la excepción de su familia, pues explica que su madre había participado en la década de los 50 y tanto sus hermanos, como sus tíos y primos en los 80’s y 90’s. Además de que su abuelo fue uno de los primeros bailarines del jarabe, quien durante 50 años tuvo a su cargo a la delegación oficial.

Viviendo la Guelaguetza desde temprana edad

La experiencia de estar en los Lunes del Cerro se convirtió en parte de su vida ya que tuvo la oportunidad de bailar en el auditorio Guelaguetza con tan sólo seis años como pareja infantil al lado de su primo. Asimismo también participaba en la elaboración de los obsequios que se lanzaban al público como en cada final de la presentación de las delegaciones.

Pintábamos centenares de cantaros de barro negro para llenarlos con nuestro delicioso mezcal. Hacíamos las regalías que llevaban los gendarmes, las canicas, los dulces de semilla y coco, paletas de caramelo con figuras de caballos, gallitos y monitos que se clavaban en una toronja, la salchicha Ejuteca, así como algunos canutos hechos de carrizo para degustar el mezcal”. 

Gracias a estas actividades, Malinali con el tiempo comprendía más sobre el significado de la Guelaguetza. Afirma que no es sólo presentarse y bailar, pues involucra compartir parte de lo que representa la comunidad, mostrar las costumbres y tradiciones a personas de otros lugares.

El momento innolvidable

Ante las vivencias de estas celebraciones que presenciaba con cada año, para Malinali la mejor experiencia la tuvo a la edad de 12 años ya que se presentaría como pareja adulta acudiendo a la convivencia de la hermandad con todas las delegaciones y la calenda oficial.

Pero el momento culminante había sido el subir al escenario y bailar los jarabes representativos en los que la algarabía del público es casi ensordecedora.

“Sin duda alguna, el momento más hermoso de mi vida, fue experimentar esa sensación tan difícil de explicar con palabras, cuando llegado el día lunes escuchabas en la voz del señor Gustavo Pérez Jiménez (QEPD), el famoso grito de “Ya llegaron los de Ejutla”, que hacia retumbar el auditorio de gritos y aplausos”.

Antes y después

Malinali llegó a formar parte de su delegación por 15 años por lo que explica que la celebración de la máxima fiesta, con el tiempo ha ido cambiando en muchos aspectos y que vivió experiencias que hoy en día ya no están permitidas. 

“El público tenía la oportunidad de acercarse y bailar contigo si así lo deseaba o recorrer detrás de ti la calenda, dichos acontecimientos que en la actualidad no son permitidos, ya que el contacto con la gente ha cambiado con el paso de los años. Al término de la calenda, en algunas ocasiones muchas delegaciones hacían fiestas con las bandas u orquestas de sus comunidades para afianzar los  lazos de hermandad”.

Pero a pesar de todo, la Guelaguetza le ha dejado a Malinali un legado importante por lo que decidió  enseñar los bailes a más personas que llevan el deseo de representar a su tierra ya que para ella, enseñar significa una forma de trascender y hacer que las experiencias tengan frutos en futuras generaciones.

 

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