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Vibra el Centro Histórico con las danzas de la Guelaguetza

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

Durante dos horas las calles de la ciudad de Oaxaca se convirtieron en una pista de baile.


La gente, agolpada en las banquetas, balcones y azoteas, vio pasar ayer por la tarde una muestra de la alegría y el folclor que se vivirá este lunes en el Auditorio Guelaguetza.


En la víspera del Lunes del Cerro, niños y hombres con tambores y chirimías iniciaron la música que anunció un desfile de costumbres diversas.



Las Chinas de doña Genoveva, esas mujeres que abanican con garbo sus faldas de satín y holán, extasiaron las miradas cuando de sus canasta de flores destellaban chispas de ruedas de fuego pirotécnico.


Los faroles, vistosos y en formas de animales, provocaron vivas, gritos y aplausos.


De la parte media de la Sierra Mixe, 27 bailarines de Santa María Alotepec, danzaban en concordancia con sus ropa bordada en forma de montañas, veredas y el sol, “todo está relacionado con la naturaleza”, explicó Jorge Agapito Sandoval.


La delegación del Jarabe Mixteco de Huajuapan de León demostró la fuerza de su baile que por momentos los suspende en el aire.



La condición física de los 20 integrantes es el resultado de seis meses de ensayo diario, “si no, no aguantarían”, aclaró Ovidio Pérez, responsable de la coreografía que se ensalza con dos bandas de música, la Escapulario y la de José López Alavez, en honor al compositor de la Canción Mixteca.


Adelante del banderín de la delegación de El Espinal, dos niñas y un niño mostraban cómo se porta con orgullo el traje de gala del Istmo de Tehuantepec, floreado con hilos de colores.


Bastaba que las mujeres de esa delegación, al igual que la de San Pedro Tapanatepec, Santo Domingo Tehuantepec o Salina Cruz caminaran para embelesar a quienes las miraban, bailar un son era una explosión de misticismo y cadencia.


Un deleite


Una ovación provocaron las 36 jóvenes de entre 18 y 23 años que en formación de tres columnas le bailaron a la piña. Todas originarias de San Juan Bautista Tuxtepec, pero mostrando los trajes de gala, boda o luto que se utilizan en las siete comunidades de la región de la Cuenca del Papaloapan.


Con sus pasos volátiles, como si el gran penacho los elevara hacia el cielo, los danzantes de la pluma de Trinidad Zaachila capturaron miradas.


Esa misma danza fue representada por la delegación de Teotitlán del Valle, la diferencia entre ambas son los elementos que conforman los atuendos.



“Es un grupo de promesa o manda de 17 jóvenes de entre 25 y 31 años que empezaron a conformarse con la elección de Sergio Gutiérrez Bautista para representar a Moctezuma”, detalló Javier Gutiérrez, su maestro de danza.


Los pantalones y la capa de cada danzante lleva grecas elaboradas en telar de cintura, como los tapetes que caracterizan a ese municipio de los Valles Centrales donde bailar la Danza de la Pluma representa un compromiso y un gasto de hasta 50 mil pesos por participante.


No había pausas, la gente esperaba ver más. No importaba los rostros agotados o sudorosos o niñas portando trajes des chiñas oaxaqueñas que terminaban desfilando dormidas, en los brazos de su padre.


Los negros, los más alegres


Invocando al Dios Ruja, las pisadas de los diablos de la delegación de Santiago Llano Grande, fue la única que mostró las costumbres de los pueblos negros.


“Es una danza recia, fuerte, que dura tres días, del 31 de octubre al 2 de noviembre, pero que la sintetiza en 15 minutos para presentarnos en la Guelaguetza”, puntualizó Víctor Hugo Laredo.


Simitrio, un hombre de 82 años que fue de los iniciadores de esta tradición, mostraba que la edad no es impedimento para sentir la música y transmitir alegría, mientras las mujeres negras atraían miradas con un intenso movimiento de sus hombros.



Otros diablos, pero de Santa María Zacatepec, untados pintura roja, con una mezcla de aceite y diésel, no sólo atrapaban las miradas, sino también provocaban miedo.


El tronar de un chicote, sus intempestivos saltos como si intentaran rasguñar el cielo y un gancho maniobrado por un hombre embadurnado de negro, emulando la muerte, generaron pasmo entre los espectadores.


Dos horas fueron poco tiempo para caer en el hechizo que conjuran los bailes de San Pablo Huixtepec, Huautla de Jiménez, Santiago Pinotepa Nacional o San Melchor Betaza, que es apenas una probadita de lo que se vivirá este primer Lunes del Cerro, porque la fiesta ya empezó.

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