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Un paseo por las ocho regiones de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Viaje entre las nubes que coronan el Cerro del Fortín.


Canto, baile y fiesta que transportaron hacia las ocho regiones de Oaxaca, destino que a veces es barro negro, otras tantas listones multicolores, zapateado vibrante y revoloteo de falda; olor solemne a copal en las mayordomías y embriagante aroma del agua de maguey en las fiestas patronales.


Así, la Guelaguetza, triunfó un año más en los corazones de cientos que gritaron de júbilo ¡Viva Oaxaca!


Pletórico, el auditorio abrió sus puertas invitando a emprender un paseo único. La voz del tenor Luis Pablo Osorio recordó que ésta es la tierra en donde Dios Nunca Muere.


Lanzadas las primeras ovaciones. La voz de Lilia López Hernández, Diosa Centeotl 2019, anunció el inicio de la edición vespertina del Lunes del Cerro.


“Con mucho orgullo les puedo decir que soy afrodescendiente de Loma Bonita Oaxaca, ciudad piñera. Cayó la brisa de los temporales, germinaron los maizales y la cosecha fue buena, surgió una diosa morena que al germinar su afro raíz le dio colorido matiz a la fiesta oaxaqueña”.


Bajo las notas del Himno a la Diosa Centeotl, el público estuvo expectante a la explosión de alegría que emana el pueblo oaxaqueño.



El colorido de la espectacular fiesta de los oaxaqueños

El Istmo de Tehuantepec, primer destino. San Blas Atempa abrió el espectáculo, llevando tras de sí un homenaje al compositor blaseño Atilano Morales Jiménez.


Huipil de nahua y cadenilla expresaron la delegación, característica por sus elegantes mujeres bailando a pasito de tortuga.


Transportados hacia la región de Valles Centrales, Ejutla de Crespo compartió su alegre tradición al grito de ¡Ya llegaron los Ejutla!


Encendido el ambiente, el público ovacionó el jarabe ejuteco, y después el palomito en el jugueteo entre el hombre y la mujer, él por darle un beso y ella en esquivarlo. La emoción del público viajó en el trazo de las faldas en singular revoloteo y al filo del machete empuñado en lo alto.


“Saca tu machete chunto, vamonos pa’ la barranca a ver si por ahí nos sale esa culebrita blanca...” los versos de la culebra ejuteca fueron el broche de oro de este colorido bailable.



Un pedacito de cada región en la capital, con la Guelaguetza 2019

Mezcal, manta y sombrero


La Guelaguetza es una fiesta que tiene su origen en la época colonial y están relacionadas con la llamada fiesta de Corpus de la Iglesia del Carmen Alto, templo que las Carmelitas construyeron en las faldas de un cerro al que los zapotecas habían llamado de la Bella Vista, y se celebraba el domingo siguiente al 16 de julio y se repetía ocho días después en la llamada "octava".


Las nubes amenazan a lo lejos.


Se atiborran sobre el majestuoso cerro en donde la fiesta se acompaña con palmas y el grito de emoción, ese que se oye cautivador, gustoso.


En agradecimiento vuelan tenatitos y sopladores de palma, fruta y servilletas.


El dulzón olor del mezcal perfuma con ligereza la tarde de julio.


Oaxaca se bebe en agüita de maguey servidos en canutillos de carrizo, se viste de manta y cubre con sombrero, se adorna con flores en lienzo de terciopelo y se escucha en el aliento de los metales.


Un acorde melancólico anuncia la llegada de los jamás conquistados, los danzantes del lugar en donde las nubes tienen sonido y color.


La tarde de hermandad recibió a Santa María Tlahuitoltepec envueltos en rebozo y jorongo.


“Hoy nos presentamos para mostrarle al mundo que nuestras costumbres y tradiciones seguirán siendo valores que guían nuestra comunidad. Invocamos a la madre naturaleza y rey Condoy para que nos siga dando su bendición. Recibamos esta bebida sagrada como símbolo de fraternidad”, recitaron acompañados por los acordes mixes.


Guelaguetza es una palabra zapoteca que denota el acto de participar cooperando; es un don gratuito que no lleva consigo más obligación que la de la reciprocidad.


La lluvia no fue impedimento


En ésta participan municipios de los Valles Centrales, la Sierra Juárez (Norte), Cañada, Papaloapan, Mixteca, Costa, Sierra Sur e Istmo de Tehuantepec.


San Sebastián Tecomaxtlahuaca y su danza de los Diablos encendió los ánimos y bajo el zapateado de la chilena mixteca, las palmas de los asistentes recorrieron de un lado a otro el auditorio.


Detrás del escenario una cortina de lluvia se desprendió.


Cayó ligera y fresca al igual que el viento que sopló bajo la velaria del auditorio Guelaguetza acompañando a los danzantes de San Felipe Usila.


Después vino el turno de San Juan Lachao, Juquila, con sus sones y chilenas hicieron resonar el templete, en ese momento sahumado de copal.


Entre la bruma, apareció Huautla de Jiménez en la representación de la fiesta de la Virgen de la Natividad como preámbulo a sus sones mazatecos.



La Flor de Piña una vez más deleitó a los presentes

Con la sincronía que las caracteriza, las de San Juan Bautista Tuxtepec derramaron talento en la coreografía Flor de Piña, existente desde 1958 montada por la maestra Paulina Solís Ocampo.


San Bartolo Coyotepec, por su parte, deslumbró con los danzantes de la pluma y los cuadros de marchas, himnos, chotis y sones con la que representan la conquista de los aztecas por parte de los españoles.


Población perteneciente a la Sierra Sur, San Francisco Sola de Vega con el Jarabe de la Rosa y sus Chilenas puso la pimienta y la sal, mientras que San Pedro Huilotepec con la labrada de la cera en honor a San Pedro Apóstol imprimió misticismo.


Santiago Jamiltepec, de su lado con sus sones, juegos y chilenas, puso el toque de picardía en el escenario preparando el broche de oro a la Guelaguetza con la entrada de la Chinas Oaxaqueñas características de los Convites y el jarabe del Valle.


De esta manera, una vez más la Guelaguetza, máxima fiesta de Oaxaca, cumplió con el mundo como la ventana por donde se observa la riqueza del pueblo de México.

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