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"Heredé la negritud": Diosa Centéotl 2019

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Se presenta orgullosamente afromexicana, de raíces fuertes forjadas en la libertad conquistada por quienes llegaron esclavos a la tierra del sotavento. Es de sonrisa amplia, voz sólida, piel morena, es mujer que entremezcla en masa cocida y el fandango de Loma Bonita. Es Lilia Pérez Hernández, la mujer detrás de la Diosa Centéotl.


“Soy heredera de la negritud, no porque lo cargue en mi color de piel sino porque lo llevo en la sangre, en mi ritmo y en mis guisos”, explica Lilia, o "La Negrita", como cariñosamente la conocen en su localidad.


Cuando a Lilia se le pregunta la razón por la cual decidió participar en el certamen, lo dice con gran orgullo y con la voz de quien alcanzó uno de sus objetivos buscados por años. “Es parte de un sueño”.


Aquél objetivo nació hace 25 años y por una u otra razón no había podido concretarlo, pero “como dice por ahí una frase: los tiempos de Dios son perfectos. Él sabe perfectamente cuándo te tiene que llegar y cuándo te va a mandar los frutos. Valió la espera”, señala empuñando con orgullo el cetro que la identifica como la figura protagónica de los Lunes del Cerro, reglamentada así desde 1969.


Hoy Lilia tiene 41 años de edad, es madre soltera de dos hijas y para vivir trabaja vendiendo alimentos típicos de su región. “¿Mi especialidad, pues podría decir que son los tamales de masa cocida, las chancletas, las cabecitas de perro, así se llaman, coco con piña, cocada, polvorones, masafinas…". Luego de largas jornadas frente a la estufa, ella toma su motocicleta y se enfila a dejar sus pedidos casa por casa.


“Para mí ser la Diosa Centéotl es una gran responsabilidad, para mí, para mi familia, mi pueblo y todo el estado y como tal la voy a asumir. Mi responsabilidad es la humidad, la unión. Oaxaca es rico por esa unión que tenemos que hacer más fuerte, también procurar que la cultura no caiga, que no se pierda nada de ninguna región ni municipio”, dice.


De acuerdo con la historia, la cultura azteca asentada en el Cerro del Fortín fue la que comenzó con la adoración a la Diosa Centéotl para agradecer y pedirle que la siembra produjera abundante cosecha.


Aquel rito, aun cuando por un tiempo fue ocultado tras la evangelización, ha sobrevivido al tiempo y actualmente está ligado a la fiesta de la Guelaguetza.

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