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Cetro de Centéotl, ofrenda al viento

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

Tallado con manos mágicas y perfumado con copal, el cetro que este año empuña la Diosa Centeotl, máxima figura de la Guelaguetza, es una ofrenda al viento que nació bajo el diseño del taller Jacobo y María de los Ángeles, artesanos de alebrijes en San Martín Tilcajete.


“Para nosotros es un honor honrar a la diosa Centeotl”, expresa Jacobo Ángeles, maestro artesano, coordinador general del taller reconocido por su trabajo en distintas disciplinas como madera tallada, cerámica y platería, pero también por ser fuente de inspiración para la película Coco, de Pixar.


Éste es el segundo año consecutivo en que les fue asignada la elaboración del cetro, y lo hicieron tomando como temática el año del viento establecido así en el calendario de la cultura zapoteca. 


“El viento es muy importante y lo materializamos con el humo del copal, el viento también es lenguaje, comunicación, lo que tu y yo tenemos en común y lo que nos guía”, explica desde su taller, un lienzo multicolor que pincelada a pincelada conforma un espacio con magia.


El cetro -detalla- lleva uno de los códices más importantes que es Ollin, y dentro de éste los puntos cardinales hacia donde corre el viento. Asimismo el códice que indica el lenguaje como forma de contribución porque “hay lenguaje que ayuda pero también hay lenguaje que divide, hay lenguaje sano como también malo”.


El diseño se plasmó hace seis meses, fue elaborada sobre madera de copal rojo. Su tallado fue hecho completamente a mano y en su pintura se plasman códices zapotecas, además de que fusionar con la técnica conocida como hoja de oro la cual muestra el sincretismo de las culturas indígenas como de las religiosas católicas.


“Como zapotecos, hacer el cetro, los galardones ha sido un honor. Este año nos tocó el cetro y sentimos mucho orgullo porque es el emblema principal de las fiestas de la Guelaguetza. Servir a Oaxaca es un honor”, manifesta.


El taller Jacobo y María de los Ángeles, nació hace 35 años. Los precursores fueron la madre y el padre de Jacobo, de quienes heredó el talento como artesano en alebrijes. Con el paso de los años el taller familia evolucionó a lo que hoy es un semillero de artesanos y fuente laboral de cientos de personas de 15 comunidades diferentes.


La historia, recuerdo Jacobo, no ha sido fácil. Su éxito forjado con esfuerzo, ha sido puesto a prueba en distintos momentos de crisis. Uno de los principales retos en un inicio fue la migración que estaba extinguiendo a la localidad, posteriormente vinieron crisis económicas ocasionadas por el conflicto social y político de 2006, la influenza en México, entre otros.


Al volver hacia atrás en sus recuerdos, la menta trae a Jacobo la imagen de Karen “Tortuga”,una mujer originaria de Estados Unidos quien ayudó a la familia de artesanos a hacer que sus piezas trascendieran fronteras. La primera exportación que hicieron, fueron 500 armadillos.


Karen era una hippie que se nombró tortuga porque ese animalito era su toná, es decir su animal protector. 


Luego, al pasar de los años, nuevos proyectos abrieron les abrieron las puertas del mundo como lo fue en el caso de El Vaticano en donde colocaron una nacimiento gigante elaborado en copal.

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