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Brilla Oaxaca con la Guelaguetza Infantil

Foto(s): Cortesía
Redacción

El atardecer cobrizo contrasta con el grisáceo escenario. El auditorio Guelaguetza es testigo de la exhibición folclórica de los niños de Oaxaca: estado con mil culturas, 100 mil colores y un millón de sabores.


La Guelaguetza Infantil 2018 cautiva a propios y extraños. Las coloridas indumentarias exaltan la belleza de los rostros infantiles, quienes con vigor muestran sus mejores pasos.


El cuchicheo del público advierte impaciencia; quieren ver a los niños bailar. En las tres secciones abiertas del auditorio, si bien no están abarrotadas, la concurrencia es abundante.


La orquesta afina sus instrumentos mientras una voz femenina anuncia en el sonido local la segunda llamada. El alboroto se hace generalizado cuando los asistentes observan a la primera delegación.


La tercera llamada irrumpe en el barullo y el torito brinca con furor al escenario. Las chispas de los fuegos artificiales terminan con el sosiego de los espectadores, quienes recuerdan que los aplausos no se venden y los regalan al por mayor. La euforia aumenta con las chinas oaxaqueñas.


“Huautla, la reina en la sierra serás”, grita un pequeño. El sonido del saxofón y la trompeta dan la bienvenida a los sones mazatecos. Pronto, el murmullo de la música que acompañaba a las pequeñas niñas mazatecas, calma a la asistencia.


El pueblo "que nunca fue conquistado" es representado por Santa María Tlahuitoltepec Mixes. El suave ritmo de la música es adornado con el zapateado. Las palmas de las manos de la concurrencia usurpan el espacio de los instrumentos por un instante.


Los cuerpos de los asistentes se mueven sin querer. Mientras que los niños mixes demuestran que los movimientos coordinados ya los traen en las venas.


Y de la tierra del sol llega el Jarabe Mixteco. Huajuapan de León contagia su nostalgia, que hace que los asistentes levanten las manos y las meneen con delicadeza. El listón, el sombrero y el huarache se empequeñecen ante la sincronía de los pasos.


El Istmo, con Santo Domingo Tehuantepec, presume La Zandunga. Altivos y elegantes, los niños, mientras las pequeñas exponen la gracia y la belleza.


La Danza de la Pluma fue aclamada. Los penachos relucen con los acrobáticos pasos de baile de los de San Martín Tilcajete.


Región Sierra Sur es representada por Miahuatlán de Porfirio Díaz y Sola de Vega. El Palomo y la Paloma transmiten los pegajosos ritmos del violín, mientras que la picardía de los versos del baile del Guajolote roba las risas de más de uno.


De Pinotepa Nacional enseñan que para bailar no hay impedimentos, así lo demuestra un niño que con problemas físicos en las piernas, zapatea mejor que nadie. “Que bonito Pinotepa no soy costeño y te estoy cantando”.


El final es reservado para ellas, las de la Cuenca del Papaloápam, quienes con su Flor de Piña hacen que el público se ponga de pie, demostrando, además, que Guelaguetza hay para rato.

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