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Zócalo de Oaxaca, fauna de acarreados y charlatanes

Foto(s): Cortesía
Redacción

"¡Pásele, pásele, aquí no le engañamos! ¡Acá no le robamos su dinero!”. El que grita no es un dirigente de organización social alguna. Tampoco funcionario o político. Es un merolico, un charlatán que dice que cura gratis pero que vende sus yerbas a 100 pesos. Y la gente cae.


Como cayeron miles de indígenas que ayer atiborraron el zócalo, acarreados, estos sí, por sus líderes, que tras ello negocian con las autoridades.


“¡Pásele, pásele! ¡Compre su medicina que lo cura todo!”, grita el hombre adulto junto al kiosco, micrófono casi en la nariz, atado por una cuerda.


Pero la gente no puede pasar. El 10 de abril, primer día de vacaciones escolares y de Semana Santa, el Centro Histórico es un caos. Vendedores por aquí, tiendas de campaña por allá, sanitarios portátiles ausentes, que hicieron atiborrar los baños debajo del kiosco.


“Bonitas vacaciones pasa la gente”, masculla en entrecortado español un gringo que intenta cruzar entre miles, entre mecates, entre pancartas, entre pobreza.


Vendedores de ilusiones I




Merolicos y personas con aparatos para dar toques, inmersos en el paisaje urbano del zócalo de Oaxaca.

“¡Yo no me escondo, con mucho gusto les doy mi nombre! ¡Atrás de la biblioteca pública de Pueblo Nuevo vivo; por Dios, señito, que no le miento! ¡Me llamo Honorio Juan Ramírez, Honorio Juan Ramírez, yo no me escondo ni les vengo a robar!”.


De nuevo, el que se identifica no es un dirigente social. Es el merolico, que dar curas “gratis”, de una yerba con alcohol, que luego vende como pan caliente.


El hombre se previene. No quiere le pase lo que ocurrió hace unos días con otro charlatán, al que vinieron a buscar a la capital para matarlo, por tanto fraude.


Ofrece auténticos milagros con un montón de yerbitas secas: “Le cura dolor de rodillas, de espaldas, de cintura; ¿se cayó, se torció? Póngase en la noche, antes de dormir. Pónganse a pensar que con esa curación van a sanar y no se gastan una fortuna. El dinero, va y viene; la salud, no regresa; les hago una curación gratis, no les cobro un peso, no les cobro un quinto”.


Vendedores de ilusiones II




El quiosco, epicentro de la protesta cotidiana.

“Echémonos para adelante compañeros, vamos a dar la lucha por los pueblos indígenas. ¡Viva Zapata! ¡Viva Heriberto Pazos Ortiz!”. Es el otro grito a unos pasos, frente al Palacio de Gobierno. Son los dirigentes del API-MULT, incluyendo Thorvald Pazos, hijo del finado Heriberto.


Milagros también ofrecen los dirigentes sociales. Desde la noche del lunes arribaron unos. Del CIPO-RFM, los del UACOL, del FIPPO, Comuna, entre muchos otros, que montaron sus tiendas de campaña; amanecieron el martes ahí.


Al mediodía todo era un caos. Gritos por aquí, gente humilde por allá, pancartas a un lado; pobreza por todos los rincones, montada en huaraches de cuero, en ellos, y de plástico de 25 pesos, en ellas.


Mediodía de intenso calor que no se mitigaba ni con el medio centenar de vendedores de raspados y aguas de dudosa procedencia; temperatura que incrementó el MULT. “¡Compañeros, acá vamos a seguir! ¡Que cada quién se reporte con su región, vamos a concentrarnos en varios puntos! ¡Que cada quien pase lista, que no se vaya a ir!”.


Emiliano Zapata multicolor que concitó al acarreo; zócalo retacado en que pocos se percataron que la Bandera Nacional en el Palacio de Gobierno lucía a toda asta, y no en señal de luto.


“¡Pásele, pásele, pásele!, ¡acá hacemos milagros!”, los gritos del charlatán. “Uta… ya ni a cual irle, todos engañan”, dice uno de tantos paseantes que disfrutó su Lunes Santo zocaleando.

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