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“¡Yo me quiero casar con él!”, decían las enfermeras

Foto(s): Cortesía
Redacción

Oaxaca.- “¡Gobernador! ¡Gobernador! ¡Yo sí me quiero casar con usted!”. Cabecitas blancas pintadas de alegría, filipina esplendoroso, de lujo, y cofia azul que coronaba los años de experiencia, con gritos de adolescentes que a toda costa pedían su selfi.


Quince minutos tarde llegó el gobernador a la celebración del Día de la Enfermera. Pero eso no aminoró el júbilo y las múltiples peticiones de fotos de quienes fueron citadas a las ocho de la mañana.


Un centro social ubicado en Santa María Ixcotel abarrotado; una mañana soleada; un rico desayuno y música de la regia banda de Santa María Yacochi, el escenario.


Apenas Alejandro Murat Hinojosa comenzó a cruzar el salón, y ya iniciaron los jaloneos y las peticiones.


Una mesa en especial, la de Silvia, con 45 años de antigüedad, de Guadalupe, con 42 años; de Iraíz, de Soledad…, entre una decena. Toda experimentadas enfermeras del Hospital Civil Dr. Aurelio Valdivieso.


--¡Gobernador, gobernador!, ¡queremos una foto! --el desesperado grito.


--Si no empezamos a gritar, no nos hacen caso, ¡vamos a pararnos todas!


--Yo ya tengo una foto con él, cuando fue al hospital, pero vale la pena otra.


--¡Gobernador, gobernador, acá venga!


--Uta, creo que no va a venir, hay muchas que piden foto.


--¡Mira, mira, no sé qué tanto le está diciendo Marisol al gobernador en el oído!


--¡Muchachas, si no gritamos no viene!


Y se pusieron a gritar de nuevo. La emoción juvenil a flote en las cabecitas blancas simuladas de negro o de marrón o de otro tono llamativo. Media hora después de iniciado el recorrido, por fin llegó el gobernador a la mesa de ellas. “¡Te lo dije! Te dije que sí iba a venir!”.


Pasión febril


Dos horas después, los discursos por el acto conmemorativo. El mensaje de Murat Hinojosa nuevamente avivó las pasiones.


--Amo y respeto a las mujeres; estoy felizmente casado y con cuatro hijos; reconozco su trabajo y me sumo a ello. Yo quiero hacer equipo con ustedes, y que ustedes me enseñen --decía.


--¡Ja, ja ja! ¡No importa papacito, nos casamos otra vez! --el grito desde la inquieta mesa.


--Quiero que sepan que soy un gobernador firme, ¿eh?, un gobernador entrón.


--¡Bravo! Bravo!


--Estoy convencido, no tengo la menor duda, de que juntos somos invencibles. Y quiero que sepan que no están solas ni solos. Que a su lado, adelante o atrás, como ustedes quieran, tienen a su gGbierno y su gobernador.


--¡Ja, ja, ja! ¡Por donde sea, papacito!– la apoteosis, tras casi tres horas de convivencia.

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