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Unción: consuelo de enfermos y tradición católica en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

El campanario de la iglesia del Carmen Alto anuncia el inicio de la misa. Adentro, la fe de enfermos y ancianos llena cada espacio.


Las miradas cristalinas de los asistentes se clavan en la imagen de la Virgen de Guadalupe, le dirigen sus plegarias que nacen desde la necesidad de su corazón. A voz queda, casi ahogada en el nudo de la garganta, le exponen sus pesares, y en otros, sus agradecimientos por un año más de vida.


De frente al retablo religioso, los rostros zanjados por las arrugas destellan una fe inquebrantable. Entrelazan las manos. Limpian las lágrimas compuestas entre alegrías y tristezas.


Pocos son los que van acompañados de familiares. La mayoría de los asistentes son personas que viven la recta final de su vida en un asilo o casa hogar.


Doña Amada recarga su frente en las manos que empuñan el bastón. Hace una oración en silencio, segura de recibir en respuesta un año más de salud. La mujer tiene epilepsia, pero desde hace siete años que acude fervorosamente a recibir la unción, ha dejado atrás las crisis que la atormentaban.


Fe y esperanza




Doña Amada asegura que a través de la unción ha logrado vivir sin crisis de epilepsia. FOTO: Mario Jiménez Leyva

“La unción de enfermos es una costumbre muy bonita que se realiza en vísperas de Semana Santa. En ésta le pedimos a Cristo por nuestra salud. Yo, como católica, le tengo mucha fe y sé que aunque no me sane directamente, por lo menos tengo mi alivio”, explica Amada.


Enmarcado en la Semana Santa, la unción a enfermos y ancianos se convierte en un momento de esperanza y fe, pues es a través de este sacramento como el alma se prepara para llegar al cielo, o si Dios juzgara oportuno para la salvación del enfermo, la gracia de la recuperación de la salud.


Amada Bustamante no oculta su emoción. Su fe explota en lágrimas de agradecimiento, pues asegura que tiempo atrás, la epilepsia la llevó a múltiples accidentes que pudieron haberla llevado a la muerte.


“Muchas veces me caí en la calle con las crisis que me daban. Hoy, gracias a Dios y a la Virgen, que esos momentos no se han vuelto a repetir”, afirma con alegría la mujer de 72 años de edad.


Remedio espiritual




La unción forma parte de una tradición católica. FOTO: Mario Jiménez Leyva

La unción es uno de los siete sacramentos, es decir, un signo instituido por Jesucristo como lo son: el bautismo, confesión, eucaristía, confirmación, matrimonio y sacerdocio. En el pasado se conocía como "Extrema Unción", pues sólo se administraba articulo mortis (a punto de morir). Actualmente, el sacramento responde a la necesidad e importancia de asistir a los enfermos para que el Espíritu Santo los acompañe y reconforte.


De esta manera se considera tiempo oportuno para recibirlo, cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez, y se puede administrar más de una vez, siempre que sea en caso de enfermedad grave.


La unción es un sacramento que consiste en ungir la frente y las manos del enfermo, acompañado de una oración litúrgica realizada por el sacerdote o el obispo, únicos ministros que pueden administrar este sacramento.



El óleo utilizado en este rito es conocido como óleo de los enfermos, y es bendecido cada año por el obispo en la misa crismal celebrada el Martes Santo por la mañana.


En el rito central del sacramento de la unción de los enfermos, el presbítero traza con el aceite bendecido la señal de la cruz en la frente y en cada una de las manos del enfermo.


Esta acción se acompaña de la siguiente frase: Por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo. Para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.


En Oaxaca, esta acción se celebra en distintas iglesias al mediodía. Para llegar a este punto, existe todo un trabajo atrás que realizan hombres y mujeres a lo largo de un año a través de las visitas periódicas a las casas de las personas enfermas o en la vejez, para llevarles la comunión.


Ministros, misión de fe




La fe mueve a las personas enfermas a recibir la unción. FOTO: Mario Jiménez Leyva

Lucía Martínez tiene una misión de fe. Desde hace diez años que concluyó su vida laboral, determinó dedicarse a su iglesia. Es ministra. Cada fin de semana o cuando así se requiere, lleva la comunión a casa de personas enfermas y que por la vejez están imposibilitadas a asistir a la iglesia.


“Yo fui maestra. Cuando me jubilé, me dije: ¿qué cosa voy a hacer? Terminó mi trabajo y tengo que hacer algo por mi iglesia, por mi parroquia. Cuando me hicieron la invitación a que visitara a los enfermos, no lo pensé dos veces. Eso es lo que estoy haciendo”, expresa Lucía sinceramente emocionada.


En la puerta de la iglesia del Carmen Alto, la mujer espera la llegada de quienes serán ungidos. Poco a poco llegan los feligreses, unos apoyados en bastón, otros con el peso de su cuerpo sobre andadera, algunos más empujados en una silla de ruedas. Sobre esos pasos cansados, hay un destello de fe que los mueve.


El trabajo de Lucía en ese momento, es asistirlos para que puedan ingresar a la iglesia y recibir la unción que para muchos de ellos representa la preparación del alma al cielo, el perdón de los pecados veniales, de las imperfecciones y hasta de los pecados mortales y, si Dios juzgara oportuno para la salvación del enfermo, la gracia de la recuperación de la salud.


Momentos tristes y alegres




Personas del asilo municipal asistieron a la misa de unción. FOTO: Mario Jiménez Leyva

“En la parroquia todos los años se realiza la labor de darle la unción a los enfermos, confesarlos y darles la comunión para que ellos con fe sobrelleven su enfermedad”, explica la mujer.


En la realización de esta misión, Lucía ha experimentado momentos agradables, tristes y también misteriosos.


“Una vez acompañé al padre a ver a una mujer enferma que tenía mucho tiempo que no frecuentaba los sacramentos. El padre asistió a confesarla, pero en ese momento había una vela prendida. Cuando entró el padre a ver a la enferma, empezó a crecer una llama enorme, ¡era enorme! Nosotros nos quedamos sorprendidos y el padre nos pidió que no entráramos. Cuando volvimos a regresar, la vela hacía cosas raras que no se ven. Nosotros pensamos que como la mujer no frecuentaba los sacramentos, pues el enemigo pensaba que era suya”, recuerda.


Cruz Antonio Hernández, quien es coordinador de los ministros de la Sagrada Eucaristía de Sangre de Cristo, Guadalupe y Camen Alto, señala que la importancia de su trabajo es llevar un poco de confort al alma de las personas que ven amenazada su vida, ya sea por vejez o enfermedad.


La labor -asegura- es completamente satisfactoria. “En esto vivimos cosas tristes, pero también muchas alegres”.

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