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Texas de Morelos: los que se quedan

Foto(s): Cortesía
Octavio Vélez Ascencio

TEXAS DE MORELOS, Ocotlán de Morelos, Oaxaca.- Por depender su economía directamente de las remesas, la asunción a la presidencia de los Estados Unidos del republicano Donald Trump, ha generado inquietud y miedo en familiares de quienes cruzaron la frontera, ante las amenazas de una deportación masiva de migrantes.


Y no es para menos, porque esta comunidad, llamada así en honor de la entidad sureña estadunidense –quién sabe por qué razón–, se caracteriza por ser una de las principales expulsoras de migrantes a ese país.


De hecho, nadie sabe cuántos habitantes, principalmente hombres, se encuentran laborando allá, sobre todo, en Petaluma -una ciudad ubicada en el condado de Sonoma, en el estado de California-, por tantos que se han ido.


Campos abandonados


Aunque sus calles vacías y la población constituida mayoritariamente por niños, ancianos y mujeres jóvenes, así como los campos abandonados y áridos, dan cuenta del desplazamiento y sus causas.




Casi vacías lucen las calles de la comunidad, ante la migración.

Pues casi nadie se dedica ya a cultivar el maíz o el frijol, los principales granos sembrados para la alimentación familiar, ante la cada vez más creciente sequía año con año, debido al cambio climático.


Doña Irma Carreño Arenas tenía tres hijos en los Estados Unidos, hasta hace unos años que uno de ellos, el actual agente municipal, Humberto Carreño Cortés, regresó a la comunidad, por caer en enfermedad un miembro de la familia.


Quienes aún permanecen allá, Hilario Rufino y Patricia, ahora de 52 y 46 años, respectivamente, se fueron hace casi 25 años de Texas de Morelos y hasta ahora no han regresado, porque carecen de visa de residencia legal y de permiso de trabajo.


Sin opciones para laborar




Los miedos de doña Irma Carreño Arenas.

“Ya tiene tiempo que se fueron; mi hijo tenía 17 años. No han regresado desde aquella ocasión porque no tienen papeles. A lo mejor si vienen, ya no podrán ir de vuelta”, lamenta.


–En la comunidad, ¿existe temor y preocupación por la llegada de Donald Trump?


–Pues, claro; que Dios los bendiga, porque ni yo ni ellos podemos hacer algo si ese señor (Trump) los deporta. Sólo Dios sabe.


–Si los deportan, ¿qué harán en el pueblo?


–Se fueron porque aquí no hay cómo salir adelante, pero aquí no hay trabajo.


–El campo tampoco es ya una opción, ¿no?


–¿El campo?, no. A veces llueve, a veces no y así no se puede porque no se da bien la cosecha de maíz.


–Su otro hijo, el agente municipal, ¿no se ha animado a regresar?


–Aunque tenga ganas, ya no se puede pasar por allá, más ahora con ese señor.


"No se atreverá Trump a deportación masiva"




Don Celso Gopar, ya ciudadano estadunidense, no cree en las amenazas de Trump.

Con la ciudadanía estadunidense desde hace 20 años, migrante desde 1986, don Celso Gopar, de 77 años de edad, cree que con la llegada de Donald Trump si bien se incrementará el control del flujo en la frontera, no se atreverá a una deportación masiva.


“No, no hará nada de eso; tendrá que deportar como lo hizo (el ex presidente Barack) Obama, que quedito, quedito, bien que chingó”, dice.


–¿Por qué cree usted que no cumplirá su promesa de campaña?


–Pues, porque todos los migrantes que andan por allá, trabajan. Con su trabajo, hacen algo por ese país.


–¿Tiene usted a familiares en los Estados Unidos?


–De mi familia, todos están allá, en Petaluma. Mi esposa y mis cinco hijos; dos ya tienen papeles, tres no. Unos dicen que regresarán después, otros que no, quién sabe. Los nietos, eso sí, es imposible que vengan porque nacieron y se han criado allá.


–¿Y qué anda haciendo usted por acá?


–Me vine unos meses acá por el frío y para sembrar algo, para no abandonar la tierra. Sembré maíz, pero se dio poquito porque llovió poco. Ya mero regreso.


–¿Dónde prefiere estar, aquí o en los Estados Unidos?


–Aquí; me siento más libre por acá.



“Tengo tres hermanas allá en Petaluma, dos tienen papeles. Ellas se fueron hace como 20 años después de que se casaron con mis cuñados que también son de aquí; uno ya tenía papeles y después se los arregló a mi hermana y a sus hijos. Mis cuñados trabajan en la jardinería y mis hermanas en la limpieza de casas o en la preparación de la comida. Una de ellas viene cada año, la otra tiene como cinco años que no regresa. La que me preocupa es la que no tiene papeles, aunque parece que ya están en trámite; con la llegada del señor Trump se pone uno a pensar y se pone uno triste porque aquí se trabaja mucho y se gana poco, además de que no rinde el dinero. Si deportan a mis paisanos, quién sabe en qué podrán trabajar, solamente en el campo, pero a veces no sale; cuando llueve, viene bueno el año, pero últimamente ya no porque se fue el agua”.


Gabina Lucía Pérez Ortiz

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