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Revive la Ciudad de los Muertos de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

SAN PABLO VILLA DE MITLA, Oaxaca.- El repique de las campanas al mediodía les abre la puerta. Las almas de los angelitos se elevan sobre sus sepulcros envueltos en la fumarola del copal. El regreso hacia el hogar es guiado por el sahumador y así inicia el rito de los fieles difuntos en Mitla, la Ciudad de los Muertos.


El 31 de octubre, el lyobaá (lugar de descanso) se pinta de cempasúchil y borla. Sobre las tumbas brotan pequeñas ofrendas de fruta, pan, chocolate y dulces en honor a los angelitos, es decir, a quienes murieron antes de cumplir los 18 años.


Una característica especial del camposanto en pueblo mágico, es que las tumbas de quienes murieron siendo niños dan la espalda al sol; en cambio, las de los adultos miran de frente al astro rey.



En los sepulcros se deja pan, chocolate y fruta. FOTO: Emilio Morales

Permiso para visitar a los vivos


Los habitantes creen que al llegar el mediodía, las almas de los difuntos pequeños tienen permiso de salir del cementerio para convivir con los vivos durante cuatro días.


De esta manera, siguiendo la tradición, doña Carmela Olivera González avanza entre las tumbas con el sahumador para llevar a casa a un hijo, un sobrino y a un nieto, a quienes rinde esta tradición desde que fallecieron, hace más de 30 años. “Todos los años venimos a traelos para que vayan a la casa a acompañarnos a comer chocolate y pancito”, explica.


A unos metros, una voz reza en bajito e invita a salir. “Vamos a la casa un rato, ya vine a traerlos para que nos acompañen, vengan angelitos”… La humareda se derrama por todo el camposanto, se cuela entre los nichos que guardan las veladoras. No hay tristeza. Una intensa alegría se adueña del momento que une el mundo de los vivos con el de los fieles difuntos.


Guiados hasta el hogar, los angelitos son bienvenidos con quema de cohetes. El sahumador se coloca en el altar que en ese momento instala la familia.



Una mujer se persigna frente al sepulcro de su ser querido. FOTO: Emilio Morales

En la casa de Carmelita, ubicada en la calle 5 de Mayo, hay un ambiente de fiesta. En la cocina humea el chocolate caliente y las tortillas sobre el comal. La familia acerca al altar la bebida con un buen trozo de pan de muerto, se ofrendan calaveritas de dulce, huevos cocidos, agua y bombones. Se colocan juguetes y la ropa de los angelitos.


Llegado el 1 de noviembre, a la ofrenda se le agregan otros elementos para la llegada de los difuntos grandes. “Nos falta poner cebolla, ajo, tomate, miltomate, azúcar y sal para que se lleven. Al altar se le pone todo lo que en vida consumió el difunto. También se le pone el petate, la escoba, ropa y un pizcador para que se lleven cargando su fruta”, indica Carmela.


El togoleo


La conservación de sus costumbres y tradiciones hacen de Mitla un pueblo mágico. Así, una de las tradiciones más representativas en estas fechas, es el togoleo, que no es más que la visita de los familiares a los muertos casa por casa.


Togolear es un modismo de la palabra zapoteca togool que significa muerto. Esta acción comienza desde el 31 de octubre. En esta visita, la familia recibe un presente para la ofrenda y en correspondencia ofrecen a sus visitantes un tazón de chocolate, pan, tortilla o mole.


El día principal del togoleo es el 1 de noviembre; la visita se prolonga toda la noche hasta amanecer el 2 de noviembre. Durante ese tiempo se convive y recuerda a los fieles difuntos.


Las ofrendas son tantas que el altar abarca toda una pieza completa de la casa. “Aquí se llena de pan de muerto, chocolate o fruta. En la convivencia platicamos toda la noche, hasta que amanece”.



La fiesta a los fieles difuntos es la celebración más importante en Mitla. FOTO: Emilio Morales

Una tradición muy viva


Para los habitantes de Mitla o “sitio de descanso”, el Día de Muertos es la máxima celebración del año, incluso más importante que las celebraciones decembrinas.


En la localidad, no hay vivienda que no se adorne con el altar, pues además de hacerlo por el amor a los fieles difuntos, existe la creencia que la falta de culto representa una carga para sus seres queridos.


Una de las leyendas cuenta que en una ocasión, un hombre decidió no colocar el altar y al regresar a casa vio a su difunto caminar por la calle cargando sobre la espalda una pesada piedra de adobe.

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