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Fuego Nuevo enciende la Catedral de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

La oscuridad envuelve el templo. Un profundo silencio impera al interior de la iglesia en la vigilia pascual. Es la espera de la resurrección de Jesucristo. Es el Sábado de Gloria.


Todas las luces permanecen apagadas. La mecha en la vela descansa en señal de luto. La penumbra cubre los retablos, las bancas, cae sobre las imágenes religiosas a su vez cubiertas por velos púrpuras. El altar sigue vacío.


El templo continúa vestido solemne, luctuoso por la crucifixión pero esperanzado en la resurrección. A un costado de la catedral ondea cálida una llama viva. El barullo del zócalo y la alameda vencen al silencio, pero no el jubileo con el que los feligreses se entregan a la ceremonia del Fuego Nuevo, ritual que marca el inicio de un nuevo año litúrgico, el alfa y el omega, la renovación de la esperanza en la segunda llegada de Jesús.


Los rostros de los feligreses se perfilan entre sombras que poco a poco se difuminan ante el brincoteo de la lumbre. El Arzobispo de Antequera José Luis Chávez Botello anuncia la resurrección del hijo de Dios.


Simbolismo religioso




Los símbolos del Cirio Pascual reflejan el alfa y el omega, así como el año litúrgico. FOTO: Emilio Morales

La celebración está rodeada de simbolismos. El mitrado enciende el cirio que representa el cuerpo de Cristo, la luz de la pascua, la luz de fe y amor.


Monseñor va clavando sobre el cirio el alfa y el omega, el principio y el fin, las marcas que conforman el año litúrgico enmarcado en nuevas esperanzas de vida.


El ritual fuera de catedral concluye. El fuego es conducido al interior de la iglesia resguardado por una veintena de feligreses compactados en torno a la flama de vida. En ese pequeño espacio, aislado del ruido externo, domina la fe.




El Fuego Nuevo marca la resurrección de Jesucristo en la Vigila Pascual. FOTO: Emilio Morales

Chasqueando al viento, la llama va abatiendo la oscuridad. Se replica, se multiplica por decenas de creyentes que se acercan para encender sus veladoras a las puertas de Catedral. Las luces rompen el velo negro hasta llegar al altar mayor. La penumbra deja de ser, se transforma en una tenue luz.


La iglesia vuelve a brillar. Las campanadas anuncian la resurrección de Jesucristo, la victoria sobre la muerte.


“La luz es la luz del mundo, la luz que nos da la vida, el camino porque nos dijo yo soy la luz, la verdad y el camino por eso es un signo de su luz en nosotros para que mantengamos nuestra fe”, expresa Hilaria Méndez . La mujer avanza pausadamente sincrónica a la tranquilidad que resguardan las paredes de cantera verde, se fusiona entre las decenas de luces que matizan el majestuoso templo.




En medio de la oscuridad, la flama de la fe. FOTO: Emilio Morales

Es la primera vez que acude a la celebración del fuego nuevo. Sus ojos destellan la admiración y fe ante el acto que cierra el triduo pascual. El lugar se inunda de incienso y se mezcla con el perfume único que destila la fe.


“Estas son las fiestas de pascua en las que se inmola el verdadero cordero. Esta es la noche en la que sacaste de Egipto a los israelitas y los hiciste pasar a pie sin mojarse el Mar Rojo. Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Esta es la noche que todos los que creen de Cristo por toda la tierra los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos. Esta es la noche en que rotas las cadenas de la muerte Cristo asciende victorioso del abismo”. La reflexión flota en el templo, recorre las imágenes sacras, las flores, cirios y veladoras. Baña de fervor a los asistentes.


¿De qué nos serviría haber nacido si no nos hubiéramos sido rescatado del pecado. Qué incomparable ternura y caridad que para rescatarnos entregaste a tu hijo”, replican de nueva cuenta las palabras del sacerdote.




La oscuridad es abatida por la luz de vida. FOTO: Emilio Morales

La noche se vuelve dichosa considerada única al saber de la resurrección de Jesucristo. “Esta es la noche, clara como el día. Así esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, doblega el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos”.


La celebración continúa. El sacerdote vuelve a colocar el mantel sobre el altar, pues el hijo de Dios resucitó.


“Cuando sentimos la Semana Santa, volvemos a creer, nos renueva el corazón de esperanza. Creemos que hay un futuro sin violencia, sin crimen. Es nuestra esperanza y la vivimos con fe”, expresa Norma Vázquez sosteniendo con fuerza la veladora que irradia su perfil.


La espera orante




La columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. FOTO: Emilio Morales

Dentro del triduo pascual (jueves, viernes y sábado santo), la mañana del Sábado de Gloria es de espera orante. Los feligreses elevan sus plegarias con la esperanza de que resucite el hijo de Dios.


El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio.


Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes: la celebración del fuego nuevo, la liturgia de la palabra, es decir el relato del evangelio de los principales momentos de Jesucristo desde la pasión y muerte hasta la resurrección; y la liturgia bautismal en la que se bendice la pila bautismal o se bautizan a los catecúmenos.

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