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Fría pesadilla en el Civil de Oaxaca, pacientes duermen en la calle

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

El cielo completamente ennegrecido es su techo. Su cama, una silla o la rígida banqueta que circunda el Hospital Civil Doctor Aurelio Valdivieso, ubicado en esta capital del estado. Así pasan la noche los otros pacientes, los que esperan un milagro entre condiciones inhumanas, los que anhelan una buena noticia con el hambre rezagada desde hace días, los que desean sólo un trozo de esperanza entre tanta angustia por sus familiares hospitalizados.


Lo más crudo de diciembre aún no llega, pero el frío cae con rabia. Bonifacia acurruca a su bebé en el rebozo apolillado. La aferra a su cuerpo para defenderla del aire helado que arrebata el sueño en aquella explanada que sirve de sala de espera del nosocomio.
 


De cama, una silla o el piso


“Por suerte”, como ella lo califica, alcanzó silla para pasar la noche; se turna el asiento con su nuera, quien lleva tres días en trabajo de parto a la espera de ser ingresada para el alumbramiento. La familia no se ha movido del lugar, por la lejanía que existe de su casa al hospital. Viajar a su comunidad les representa más de dos horas de trayecto en transporte público.


 



Sobre los cuerpos que buscan descargar en el sueño un poco de tormento, se desploma la fría pesadilla. FOTO: Mario Jiménez Leyva

 


Melquiades, esposo de Bonifacia, duerme en la calle a ras de piso, sin un cartón o cobija que filtre la aspereza de la banqueta mil veces utilizada como cama de quienes viven la injusticia social, esa que como serpiente, sólo muerde a los descalzos.


“¡Quién va a dormir así!”, exclama Melquiades sacudiendo con los finos destellos del sol, el fresco del amanecer. El hombre sólo porta una chamarra, camina en huaraches.


Cerca del hospital se ubica la Estancia Fraternidad, un refugio “a bajo costo” que los familiares de los pacientes no pueden pagar. El costo por noche en el refugio es de 40 pesos por persona, bañarse con agua fría 10 pesos y 20 pesos si es agua caliente. Utilizar el retrete representa otros 5 pesos más.


La pobreza de familias como la de Bonifacia y Melquiades, quienes se dedican a labores del campo de autoconsumo, es tan extrema que sólo les permite tener como único alimento un kilogramo de tortillas al día. “Y luego la engañamos con algo más, como sal o chile”. La precariedad los ha ido envolviendo con jirones de una piel dura bajo la que desapareció su juventud
 


Minutos eternos


Fidelia es originaria de Telixtlahuaca. Ella y su hija en trabajo de parto llevan dos días durmiendo a los pies del hospital. Cuando el cansancio es más grande que la incomodidad, Fidelia tiende el cartón sobre la banqueta, encima una cobija doblada para formar un diminuto lecho de un metro de largo por menos de uno de ancho.


 



El invierno aún no llega, pero las bajas temperaturas ya castigan a la ciudadanía. FOTO: Mario Jiménez Leyva

 


Con los dolores carcomiendo su espalda, la joven embarazada se tiende en el suelo. Por la noche, los minutos avanzan arrastrando pesadamente las manecillas. Se vuelven una eternidad entre el dolor, la desesperación y el frío.


“Allá en Telix la hemos llevado al Centro de Salud, pero su dilatación no avanza y ella ha tenido muchos dolores. Yo le dije a los doctores que me la transfirieran desde antes, porque ya tiene cinco días y ahora seis que está con dolor de cintura. Por eso les dije que me dieran el pase y ellos me dicen que no, que tiene que pasar normal aunque trae doble circular en el cuello”, explica Fidelia con la voz que escapa de la cobija que cae desde su cabeza, como un fantasma de sábana rota.


Para la mujer, este acto constituye una manera de violencia institucional porque las condiciones en el que las mujeres en trabajo de parto esperan el momento del alumbramiento, pone en riesgo su integridad física y su salud.


Las calles que circundan el hospital se tornan peligrosas. Dormir se convierte en un riesgo a asalto, accidente o enfermedad.


 



El Hospital Civil Doctor Aurelio Valdivieso, cuna de injusticias y tormentos. FOTO: Mario Jiménez Leyva

 


Quince días durmiendo en la calle


Rosalía, de 37 años de edad y su hijo Humberto de 14, llevan 15 días durmiendo en la calle a la espera de un milagro; esperan que el padre de familia recupere el conocimiento, luego de una caída sufrida en su comunidad Santiago Yaitepec, Juquila, establecido a más de cinco horas de la capital.


Debido a la emergencia, Rosalía y Humberto llegaron a la capital sin estar preparados para enfrentar las bajas temperaturas de diciembre. Ella con un vestido, él con bermudas, ambos con huaraches. Unos familiares les enviaron cobijas y un suéter con los que han hecho frente al frío.


“Aquí la pasamos dando vueltas, esperando que se recupere, eso es lo que más nos importa”, señala Rosalía, quien dejó en casa a otras tres hijas.

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