SAN PEDRO GÜILA, Tlacolula, Oaxaca.-En once años, José Melchor Pérez ha podido echar abajo el cliché de pobreza que suele acompañar al campesino. Empezó en 2007 con un primer invernadero y ahora es el representante legal de la empacadora Agrolats, que de manera directa exporta 120 toneladas de tomate a Canadá.
El trabajo de la empacadora se sustenta en tres organizaciones de productores y personas físicas que, en conjunto, siembran 24 hectáreas de invernadero, pero también en el trabajo y empeño de las mujeres que participan en diferentes eslabones de una cadena de producción en crecimiento.
Dominan las mujeres
De las 15 personas que suele emplear la empacadora, diez son mujeres enfocadas en el proceso de selección.
“Hemos puesto a empacar a hombres y son más toscos, ellas tienen mayor cuidado en el manejo de la fruta”, dice tajante Sandra Leticia Horta Pedroza, ingeniera agrónoma originaria de Colima y egresada de la Universidad Autónoma Chapingo, en el estado de Guerrero.
Su puesto como responsable del control interno la hace vigilar que sólo se reciba tomate en color dos, como clasifican al de tonalidad “verde rayado”, con firmeza, pero aún sin teñirse de rojo.
Vigila además que cada caja de plástico (clamshell) lleve de cuatro a ocho tomates que, en conjunto, pesen una libra.
Trabajo cerca de casa
Esa exigencia del área de empaque la cumple desde hace un año con rigurosidad Magdalena Marcial Santiago quien, si no trabajara en la empacadora, tendría que salir de este municipio a buscar empleo.
“Me queda cerca de casa, ahorro en transporte que ahorita está carísimo”, dice al suspender su tarea para salir a desayunar, en media hora tendrá que volver a la actividad que empieza desde las 7:30 de la mañana y concluye 9 horas después.
Que en la empacadora trabajen en su mayoría mujeres facilita el trabajo, opina Vianey Lorenzo Ambrosio, ingeniera en economía agrícola egresada también de la Universidad Chapingo.
Originaria de una comunidad rural, Santo Domingo de Morelos, en el distrito costeño de Pochutla, está ansiosa de llenarse de experiencia de toda la cadena de producción, sin perder de vista el control de gastos que los productores suelen evitar.
Mercado local saturado
Ella sabe bien que, sin utilizar alta tecnología, cada kilo de tomate que en estas tierras se produce cuesta entre 5.50 y 6 pesos.
Venderlo en la Central de Abasto implicaría saturar un mercado que años atrás vio la bonanza al llegar a instalarse invernaderos hasta en 67 hectáreas de cultivo, pero que, a la vez, han ahorcado el mercado.
La clave, considera José Melchor Pérez, es pactar con empresas que garanticen un precio fijo, como lo consiguieron hace año y medio con la empresa canadiense Mucci Farms.
Todo empezó en 2007 cuando su trabajo como migrante en Estados Unidos le permitió colocar el primer invernadero y empezar a organizar a los productores.
Tan sólo en el campo la Raya hay nueve invernaderos, 3.5 hectáreas de tierra que se alimentan con bombas solares que hacen que el agua llegue desde 2.2 kilómetros.
Sin ser desagradecido reconoce los apoyos que proporcionaron las secretarías de agricultura de nivel federal y estatal, pero inevitablemente expresa que, cuando las autoridades se enteran que una empresa “ya está vendiendo” le retiran el respaldo, en el momento en que se necesita apuntalar el proyecto.
“Lo que hace falta es comprar cerebros, la inteligencia y la experiencia”, dice un hombre ávido de seguirse comiendo el mundo de la exportación.
Empacadora Agrolats
Cuenta con certificación de la Senasica y el certificado PrimusGFC (reconocido y evaluado por Global Food Safety).
Hace año y medio se firmó un contrato con la empresa Mucci Farms.
Lograron un precio fijo de 7.50 la caja con 6 kilos de tomate empacado en 12 cajas de plástico (clamshell) con un peso de 1 libra cada una.
Compromiso: enviar mensual a Canadá 120 toneladas de tomate saladette o roma.
En el mercado local 260 pesos es el precio máximo que un intermediario da a una caja con 20 kilos de tomate, sin empacar.
