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Despiden con fiesta a los muertos de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

VILLA DE ETLA, MAGDALENA APASCO Y SUCHILQUITONGO, Oaxaca.- A pulmón abierto, las voces cantaron “Amor eterno” y “Un puño de tierra”. Entre los mausoleos y lápidas corrieron los mezcalitos y las cervezas para curar la resaca de la noche que acompañó las muerteadas. Es el regreso al descanso eterno, el "hasta luego" a los difuntos en la visita a los panteones del valle eteco.


En el acceso al camposanto de la Villa de Etla se despliegan los puestos de comida, nieves y dulces tradicionales. A un lado, una gran carpa cubre a los feligreses durante la misa de despedida. Las personas llegan con los brazos cargados de cempasúchil y borla, de cresta de gallo y de nube.


El lugar es una fiesta, pues durante el 2 de noviembre, de acuerdo con la creencia de los habitantes de esta localidad, ubicada a 30 minutos de la capital del estado, si no se acude al panteón a convivir con los fieles difuntos, seguramente encontrarás a tu ser querido cargando una pesada piedra en la espalda.


 


Ubicación
La Villa de Etla o "lugar donde abundan los frijoles o lugar de frijolar", se ubica a 17 kilómetros de la capital del estado.


Magdalena Apasco o "en las vasijas", se sitúa a 20 kilómetros de la capital.


Suchilquitongo o "en los quelites floridos", se localiza a 27 kilómetros de la capital.



 


Otra de las creencias es que si no les prendes veladora a los angelitos, su triste regreso lo hacen con el dedo meñique encendido con una flamita.


-Anillo de compromiso, Aquí todo sigue igual…. ¿¡Qué le cantamos a su difunto!?”, ofrece un trío norteño saltando sepulturas.


-A ver, échate la de “El muchacho alegre”.


 



Las lápidas del panteón en Suchilquitongo datan de inicios de 1900. FOTO: Emilio Morales Pacheco

 


Todo es música y fiesta. Hacia el rincón del nuevo panteón, una familia canta “La barca”, con el sentimiento encendido entre copitas de mezcal.


Guiada por la tradición y por el recuerdo a sus familiares difuntos, doña Estela tupió de pétalos amarillos todo el sepulcro y colocó al centro una lata de cerveza, la que en vida disfrutaba su tío.


“Así es nuestra tradición, al difunto se le trae su mezcal o su cerveza, hay quienes le traen pan y chocolate o mole. Se convive con ellos un rato y antes de las tres de la tarde se regresa a casa a prender el incienso para darles la despedida”, explica.


A las tres de la tarde del 2 de noviembre, con las fumarolas del sahumador, los muertos encuentran el camino de vuelta hacia el descanso eterno. Pero la despedida a los fieles difuntos no es el final de la celebración; ocho días después se realiza la octava y 15 días posteriores al 2 de noviembre, la quinceava.


En ambas fechas, los habitantes hacen las tradicionales muerteadas o comparsas. Estas consisten en recorrer disfrazados las calles de la localidad a ritmo de banda.
 


Magdalena Apasco


A pocos kilómetros delante de la Villa de Etla está Magdalena Apasco. El día despierta con la mayoría de sus habitantes descansando de la jornada anterior; sin embargo, en el panteón, la fiesta se desdobla con banderillas de colores ondeando al viento, los colores magenta de la borla y el exquisito olor del cempasúchil.


En la localidad se acostumbra que el 2 de noviembre, durante todo el día, se visita el panteón sólo para limpiar y adornar las tumbas. En las casas, las familias se reúnen a comer mole o estofado.
 


Suchilquitongo


El 2 de noviembre, cada familia va a visitar a sus ancestros al panteón y le lleva flores de cempasúchil y de borla; pan de muerto, chocolate, frutas y verduras. La convivencia se da un corto tiempo, pues hay que regresar a casa a recibir las visitas que llegan a degustar el mole o el estofado.


 



En Suchilquitongo, la visita a los panteones se realiza por la mañana. FOTO: Emilio Morales Pacheco

 


Por la tarde, la gente retorna al panteón para presenciar o participar en los llamados “mascaritas”, así denominados a las personas disfrazadas para la comparsa, en donde aún prevalecen los versos satíricos y picarescos hacia los mismos pobladores o a las autoridades.


Antiguamente, las "mascaritas" sólo eran representadas por hombres exclusivamente, algunos de los cuales se disfrazaban de personajes como la enfermera o la viuda.


Una de las características especiales del panteón de Suchilquitongo, son sus lápidas antiguas, muchas de las cuales datan desde inicios de 1900.

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