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Blusas de Jalapa de Díaz, Oaxaca: pago injusto

Foto(s): Cortesía
Nadia Altamirano Díaz

SAN FELIPE JALAPA DE DÍAZ, Oaxaca.- Dedican decenas de horas a bordar y rellenar figuras de hojas, pájaros y flores, para dar vida a una blusa de rayón por la que no recibirán un precio justo, pero no hacerlo les quitaría la única posibilidad de ingresos económicos.


Utilizar otro tipo de telas como la mezclilla, estilizar el corte en el cuello, la manga o cualquier otro detalle en la blusa o vestido amplía su oferta, pero la comercialización de las prendas aún es limitada.


Boutique a orilla de carretera


Sin paredes, sostenida por palos y con un techo de palma, las hermanas Zayde y Flor de Liz improvisaron una tienda de ropa que montan de día en parte del patio de una casa sin barda, a orilla de la carretera que comunica a la cabecera municipal, en la agencia La Sorpresa.


Decenas de familias indígenas mazatecas hacen lo mismo. Algunas utilizan maniquíes para atraer la atención de transeúntes y conductores, pero ellas en dos días no han vendido ni una sola prenda.


La mitad del día ya avanzó y Zayde no ha logrado que algún auto se detenga, realiza los quehaceres de casa y por ratos, al igual que su hermana Flor, rellena las figuras que otra persona “pintó” con un marcador de cera blanco.


La blusa de rayón, en su mayoría de color negro, con las figuras pintadas y listas para rellenarse, se puede encontrar en misceláneas o pequeños locales de ropa o mercerías en 50 o 60 pesos, pero generalmente son de cuello redondo con mangas o sin mangas, no hay más.


Sin registro de derecho de autor

La organización civil Impacto ha documentado que entre 2012 y 2017, ocho marcas de ropa, incluídas internacionales, plagiaron diseños de artesanas que viven en comunidades indígenas de Oaxaca, Chiapas e Hidalgo, entre ellas las blusas de San Antonino Castillo Velasco y Santa María Tlahuitoltepec.


 


Para que tengan otra variedad de blusas, Zayde y Flor las envían a coser a su gusto y después piden a otra persona que la “pinte” con el diseño que les serviría de guía para bordar. Ellas hacen la parte final en la que se participa desde la infancia, sean hombres o mujeres.


“Eso nos ha ayudado mucho, es el medio de sobrevivir”, admite entre animada y triste una mujer que ve en la artesanía “el único trabajo” en ese municipio de la Cuenca del Papaloapan, que contribuye con sus huipiles tradicionales a enriquecer la variedad textil que las mujeres portan en la Guelaguetza al bailar Flor de Piña.


Precios bajos


Dedicando fragmentos de sus días, entre labores de casa o desvelos, rellenar una blusa de hilo les puede demorar un mes y el precio de la prenda terminada no rebasa los 470 pesos, 50 o hasta 200 por ciento menos que el precio que se fija en San Juan Bautista Tuxtepec, la ciudad de Oaxaca, en portales de internet o la Ciudad de México.


“Si le decimos 500 pesos a la gente, no nos lo pagan”, dice sin dudarlo Zayde, quien reconoce que el trabajo de bordado “cuesta mucho”, pero su clientela “no lo valora”.


Si remonta a años atrás, las condiciones de venta eran peores; las posibilidades de comercializar una blusa tradicional, rellena de figuras con hilos de variados colores, eran nulas.



Con dedicación y tras horas de trabajo, se logra terminar una blusa bordada. FOTO: Mario Jiménez

Empezar cinco años atrás a cambiar los diseños, utilizar pavos reales u otras figuras, sólo bordar la parte que rodea el cuello y utilizar hilo de un mismo color, es parte de las pruebas que hacen para atraer la mirada de posibles compradores, en su mayoría mujeres.


El éxito, aunque a cuentagotas y sin la remuneración económica real, empieza a atraer a todos los integrantes de la familia, incluyendo a los hombres, que “ya no van al campo porque prefieren bordar”.


Hay días que suelen sentarse desde que comienza el día a sostener la tela tensada por un aro de madera, meter y sacar la aguja como si fuera un plumón que colorea la tela, hasta que se note la forma de un ave o alguna flor.


Cada diseño es único, que se elabore a mano imposibilita que se repita, pero la creación se comercializa en el anonimato, sin reconocer autorías, mucho menos registrándolas para evitar un plagio como ocurrió con las blusas de Santa María Tlahuitoltepec y San Antonino Castillo Velasco.



Una madeja de hilo puede alcanzar hasta para 15 blusas con unos cuantos bordados, pero si se rellena toda, apenas y dos madejas alcanzan. FOTO. Mario Jiménez

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