Pasar al contenido principal
x

Alcoholismo: el limbo de la desesperanza

Foto(s): Cortesía
Luis Ignacio Velásquez

Oaxaca.- A las 10:10 horas, el sol matinal empieza a calentar la plancha del zócalo de la ciudad, por lo que Ricardo Marcos Trujillo abandona al grupo que canta animado en torno a la fuente de cantera y se acomoda en una jardinera, para desentumir el cuerpo. Con las rodillas juntas, la espalda encorvada y las manos en el regazo, intenta conservar el mayor calor posible del cuerpo, a fin de aligerar las molestias de la resaca.


Indiferente al paso de los transeúntes, Ricardo permanece absorto en el jardín público, con la mirada perdida en el vacío y el cuerpo enjuto, como si lo retuviera por la fuerza para que no escapara de él. El trago de aguardiente barato que le ofreció su grupo de amigos, no es suficiente para calentarlo.


De pronto, un grupo de policías municipales se acerca al grupo en torno a la fuente y les pide que se alejen del lugar. Algunos ofrecen resistencia e intercambian palabras con los uniformados, pero Ricardo opta por levantarse y dirigirse a paso lento al atrio del templo de San Agustín, a una cuadra del primer cuadro de la ciudad, para continuar esperando que se diluya la cruda en su cansado cuerpo.


“Dios me va a ayudar”


En la pequeña barda del tempo de San Agustín y la Casa de Cuna, Ricardo recuerda que alguna vez en su vida tuvo familia, gozó de prestigio como mecánico automotriz y cuidó a diez hijos de su pareja, de los que ahora no sabe nada.


Con lágrimas en los ojos, que se empequeñecen hasta casi cerrarse en el rostro hinchado por los efectos del alcohol, enumera lo perdido: hijos, casa, terreno, familia, carros, afecto. “Sólo un hijo (Edgar) ve por mí, pero ya no lo quiero molestar; él me ha apoyado mucho, pero ya estuvo; ya no quiero causarle más preocupaciones; Dios me va a ayudar, tengo que salir yo solo adelante, sin pedirle nada a nadie”.




Don Ricardo aún recuerda cuando tenía familia, empleo y reconocimiento por su trabajo.

 


Con el cabello blanco crecido y sucio, la barba rala también blanca y el rostro moreno pesado, tosco, expresa con resignación que todo se perdió.


-¿Por qué?


-Pues por tarugo, por ayudar a otras personas, y ahora miren cómo y dónde estoy.


Ataviado con un pantalón de pana color vino completamente sucio, un suéter color crema lleno de polvo y sandalias tipo croc viejas y manchadas de todo, asevera que a pesar de contar con familia, su orgullo le impide agachar la cabeza. “Mi orgullo es mi orgullo y yo no voy a agachar la cabeza ni irles a decir: me das algo, me puedes dar para comer; ¡no!, ¡no!”


Añade que hace dos años regresó del Distrito Federal, donde radicaba con su esposa, para dedicarse a tomar bebidas embriagantes cotidianamente. “Desde entonces estoy aquí, pero la verdad es que ni yo mismo sé que es lo que busco, qué es lo que quiero, que me haría feliz. Yo tuve carros, propiedades, pero todo se perdió y ya qué”.


-¿Y qué come?


-Lo que la gente me dé. Lo que Dios me ayude.


-¿Donde duerme?


-En el zócalo.


-¿Y qué le hizo caer así?


-La soledad, la tristeza.


La herida que no cierra


Con 67 años de edad a cuestas, Ricardo manifiesta que en la vida se ha encontrado gente buena, mala, díscola, a quien le pide algo y piensa que es un holgazán o malviviente. “Yo les pido un taco y a veces me dan, pero no pido dinero, sino de comer. A veces te dan. A veces te dicen no, no hay, váyase por allá”.


Con las manos morenas se levanta el pantalón a la rodilla para mostrar su tobillo herido, hinchado desde el pie hasta la rodilla, infectado, la carne viva, supurando; mientras, dice que si fuera otra persona causaría lástima con ella, “pero yo no me dedico a eso”.


Entre sollozos expresa que se siente mal de generar lástima en la gente. “Es una infección que me dio, pero no lucro con esto; a mí qué me costaría mostrar a la gente cómo está y pedirle ayuda, ¡pero yo no soy así!, ¡yo no soy así!”


-La verdad, la verdad, lo que quiero es morirme, dejar de dar lástima a todos. ¡Yo no quiero dar lástima a nadie! Que el de allá arriba (Dios) se acuerde de mi y me lleve. Gracias a Dios no hay dolor, de repente siento que palpita. Lo que quiero es morirme y no darle guerra a nadie.


Alcohol por temporadas


A su lado, Luis Rafael informa que a los 15 años le comenzó el gusto por el alcohol y desde entonces se dedica largas temporadas a consumir bebidas embriagantes.




En Oaxaca, el consumo de alcohol entre jóvenes aumenta cada año.

 


Con 28 años de edad, rememora que su último empleo fue en una gestoría vehícular, pero el alcohol le ganó. “Me ganó el pedo, el vicio”.


-¿Y tu familia?


-Mi papás ya fallecieron.


-¿Por eso comenzaste?


-No, desde antes. Pero yo soy de cinco o seis meses, medio año, y de ahí me aliviano y me vuelvo a tirar otro medio año. Pero si me aliviano chido, me la curo chido.


-¿Pero por qué razón?


-La verdad, sí me gusta un chingo el pedo, la neta; la banda; el ambiente; pero así me la llevo seis y seis meses.


Ataviado con una sudadera negra, pantalón en el mismo tono oscuro, y tenis de lona, su rostro juvenil ya muestra la huellas de la vida en la calle. Los ojos somnolientos y rojos, las mejillas hinchadas, los labios resecos.


-¿Y no tienes familia, mujer, hijos?


-No, no. Para qué, si no puedo conmigo, menos con otros.


E insiste: lo mío es sólo por temporadas, seis meses y después más tranquilo. “Porque la verdad, me encanta el chupe”.


Aumenta el consumo de alcohol


Según la Encuesta Nacional de Adicciones 2011, de entre la población que oscila de 12 a 17 años de edad, se observa un mayor consumo diario de alcohol en el estado de Oaxaca que a nivel nacional; sin embargo, la cantidad de bebedores altos se reduce a la mitad.


En la población que va de 18 a 65 años en el sexo masculino, el consumo diario de alcohol es 50 por ciento más alto al registrado en la media nacional. La proporción se mantiene cuando nos referimos a mujeres en referencia a consumo diario del estado versus promedio nacional; en contraparte, los datos estatales correspondientes a bebedores altos, son menores en casi 33 por ciento comparados con los datos a nivel nacional.




Desde muy temprano, los enfermos se reúnen el el zócalo de la capital para "curarse" la resaca.

 


Por otro lado, la población económicamente activa del sexo femenino del estado de Oaxaca tiene una menor incidencia en los consumidores reportados como altos.


Con respecto al consumo de alcohol en mujeres en el mismo rango de edad, en Oaxaca los registros son menores a los datos reconocidos a nivel nacional.


Las enfermedades que produce el alcoholismo son:



  • Hígado graso

  • Hipertensión

  • Cirrosis hepática

  • Depresión

  • Miocardiopatía

  • Desgarro de Mallory-Weiss

  • Síndrome de Wernicke-Korsakoff

  • Hepatitis


Las causas


La mayoría de las personas consumen bebidas alcohólicas:



  • Para sentirse bien y divertirse.

  • Para descansar y olvidar el estrés.

  • Para escapar de situaciones negativas, desagradables.

  • Porque les gusta el sabor de las bebidas alcohólicas.

  • Para estar más a gusto en reuniones.

  • Para ser parte del grupo.

  • Para emborracharse.


Desde el punto de vista del entorno social se manifiesta:



  • Violencia doméstica.

  • Divorcio.

  • Problemas financieros.

  • Pérdida del empleo.

  • Inconvenientes legales (comportamiento violento, accidentes de tránsito).

  • Abandono.

Noticias ¡Cerca de ti!

Conoce los servicios publicitarios que impulsarán tu marca a otro nivel.