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Abandonada en la obscuridad del rincón de Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Citlalli López Velázquez

La casa es tan fría como el abandono que vive. Un techo está sostenido casi con alfileres. Muros que como los dientes cariados se caen a pedacitos. Piso desnivelado, muebles desfigurados, tres focos que alumbran débilmente conectados a una batería vieja de carro: una vitrina de pobreza creada por injusticias.


A pesar de sus esfuerzos, Gorgonia Morales García no ha podido burlar la miseria, una necia acompañante que la observa complacida por las ventanas de instituciones y dependencias que le han bloqueado posibilidades de una mejor calidad de vida.


“Haya o no haya ayuda, tenemos que salir adelante; así lo he pensado siempre, pero a veces las mismas instituciones hacen todo para que no podamos avanzar”, expresa la mujer, con el trabajo y las preocupaciones alojadas en la rugosidad de manos y rostro.


 



Sólo de adorno. Desde hace dos años, la familia no tiene energía eléctrica. Los aparatos electrónicos y electrodomésticos se mantienen apagados. FOTO: Emilio Morales Pacheco

 


Carecen de apoyos


Ella es madre soltera, tiene 48 años, trabaja como empleada doméstica tres veces por semana. El dinero percibido sostiene los gastos de un hogar formado por dos hijas estudiantes de bachillerato y uno de nivel secundaria. Uno de los pocos apoyos que recibe, son piezas de pan dos veces por semana por parte de la organización civil Reviviendo Oaxaca.


Hace dos años, la familia fue dada de baja del programa Prospera, el cual era utilizado para cubrir los estudios. Convencida de que la llave de una mejor calidad de vida la otorga la preparación, Gorgonia redobló esfuerzos para evitar la deserción escolar, aunque ello le representara apretar más el cinturón.


La forma en la que vive Gorgonia y su familia se asemeja a la que enfrentan municipios de muy alta marginación. Es un punto abandonado a su suerte establecido en la agencia de Trinidad de Viguera de esta capital del estado. Es el reflejo de las injusticias y abusos institucionales, aquellos que como pinza giran una vuelta más a la tuerca que aferra la pobreza y aleja de una vida digna.


 


Para continuar estudiando, las hijas de Gorgonia enfrentan dificultades económicas y trabas burocráticas para tener acceso a programas sociales. FOTO:Emilio Morales Pacheco

 


Violentan sus derechos


Hace dos años, la mujer fue acusada por la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de robar luz a pesar de que ella en su momento había denunciado que personas extrañas estaban colgadas de su toma. La CFE no puso atención a la queja, hasta que después de un tiempo, durante una revisión, encontró la irregularidad de la que responsabilizó a la denunciante.


Entre amenazas y un constante acoso, la empresa del estado mexicano cortó el servicio y multó con 4 mil 500 pesos. En sus intentos para que sus derechos no fueran vulnerados, Gorgonia acudió ante la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) y la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO), en donde denunció las violaciones. Ambas instancias abordaron el caso, pero al cabo de tiempo se declararon incompetentes para darle seguimiento.


“Durante siete meses vivimos alumbrados por velas. Hasta que nos prestaron una celda solar, la conectamos a una batería vieja de carro, para tener luz aunque sea para iluminar un poco en la noche”.


La falta de energía eléctrica les impide realizar tareas escolares en casa, conservar alimentos en refrigeración, incluso ha violentado su derecho a la información, pues no tienen acceso a radio y televisor. La batería es insuficiente para encenderlos.


 


Los pabellones sobre las camas luchan contra el frío que se desliza por el deterioro de la vivienda. FOTO: Emilio Morales Pacheco

 


Marginada y a obscuras


Sentada en la maltrecha silla, Gorgonia se detiene a reflexionar. Un largo silencio antecede a recordar que muchos son y siguen siendo los obstáculos que la mantienen en la marginación: la deserción escolar por falta de recursos económicos, la falta de un sueldo seguro y con prestaciones debido al déficit de tiempo por la obligación -bajo advertencia de multas- de asistir a tequios y reuniones escolares; pocos empleos y mal remunerados; inaccesibilidad a programas o créditos de gobierno.


“No pude estudiar porque no había dinero para ir a la escuela; no pude trabajar porque en las escuelas nos citaban a tequios y juntas, no asistir representaba multas; me sacaron del padrón de Prospera y ahora vivo sin luz porque la CFE me la cortó y no pude pagar un abogado que me defendiera”, indica.


La cercanía del invierno es como un grito que recuerda la precariedad en la que vive. Durante las noches, las bajas temperaturas se desploman en la vivienda y se deslizan por las rupturas de techo y muros. Varias cobijas intentan detenerlas, pero no lo logran, pues entre la pobreza, el frío cala con más saña.

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