Faltaban apenas unas semanas para que arrancara el evento futbolístico más grande del planeta, ese que solo se asoma cada 4 años, la Copa del Mundo, que este 2022 tomaría lugar en Qatar, pero a pesar de ser un torneo sumamente importante, yo me sentía escéptica, antipática y completamente desinteresada en él, lo que a su vez me entristecía, pues en anteriores vísperas mundialistas mi emoción se encontraba a tope. Pero este mundial era diferente, yo lo sentía diferente y no sabría decir exactamente por qué; quizá eran todas las polémicas sociales y políticas en las que está envuelto el país sede, quizá era mi completa desilusión con la Selección Mexicana, o quizá era mi certeza de que el fútbol ya no es lo que era antes.
Hoy el fútbol es un negocio, lo sabemos y lo vemos en las canchas; equipos mediocres, con jugadores mediocres, creando un juego mediocre. Dirigentes mediocres que solo se preocupan por la cantidad de dinero que entra a sus bolsillos cuando su mayor prioridad debería ser ofrecer espectáculos deportivos de la mejor calidad posible. En el fondo, sabía que este mundial sería otro montón de partidos aburridos con una fase de grupo y eliminatorias lastimosas de ver.
Muy segura cantaba al viento y a quien se me atravesaba que a Qatar 2022 no podría esperarle un destino diferente al que la obviedad me pintaba, y sé que no soy la única que llegó a finales del mes de noviembre con esta postura. Pero vaya que hablé muy pronto.
Podría asegurar que la expresión que más he utilizado durante las últimas 4 semanas es “cualquier cosa lo de este mundial”, y es que no podría ser más cierto. Contados son los partidos que no han ofrecido un espectáculo de entretenimiento y emoción. Desde fase de grupos hasta los hoy concluidos cuartos de final, este ha sido un torneo 360, en el que ha pasado de todo, y creo que más de uno podría compartir la idea de que este es el mundial de las sorpresas, de los caballos negros, los underdogs, de los porteros que más que porteros parecieran ser murallas y de las estrellas cuya luz pronto tendrá que extinguirse a nuestro pesar.
Las sorpresas empezaron a llegar desde la fase de grupos en la que el primer resultado que dejó al mundo con la boca abierta fue la victoria a 2 goles contra 1 de Arabia Saudita contra la Argentina de Leo Messi, y todos pensamos “bueno, quizá solo fue suerte”, pero poco sabíamos que sería solo el comienzo de una increíble historia sacada de un cómic de acción.
Después vendría Túnez a pegarle a Francia, luego Japón venciendo a Alemania y España, Corea del Sur a Portugal, Marruecos a Bélgica, Camerún a Brasil… cualquier cosa lo de este mundial.
Una electrizante última ronda de fase grupos dejó fuera a favoritos y potencias como Alemania, Bélgica y Uruguay. Después llegaron unos emocionantes octavos de final en los que la sorpresa la dio el seleccionado de Marruecos al mandar de vacaciones a España, gran favorita a campeona, en una tanda de penales de pesadilla para La Furia. Mismo Marruecos que ha eliminado a la Portugal de Cristiano Ronaldo en cuartos de final y se consiguió un boleto a semis coronándose como la primera selección africana en alcanzar tal instancia.
¿Y qué decir de Marruecos? La sorpresa entre las sorpresas, el ahora favorito del pueblo. Un equipo unificado, fuerte en todas las áreas y para quienes la palabra ‘imposible’ se quedó olvidada en la fase de grupos. Y este equipo es, precisamente, una de las razones por las que los pronósticos y análisis no sirven, y apostar por probabilidades es lo peor que podrías hacerle a tu bolsillo. Qatar 2022 es libre, salvaje, y se rige bajo su propio compás, y a nosotros no nos queda más que aceptarlo y sentarnos a disfrutar.
La próxima semana se disputarán las semifinales entre Marruecos y Francia, y Argentina contra Croacia, y si hace un mes me hubieran dicho que hoy no puedo esperar a ver de qué forma o por qué razón estaremos todos en la orilla de nuestro asiento, no les habría creído.
Será hasta el domingo que se pite el inicio de la ansiada final, pero hoy puedo decir que, en mi corta o larga vida, Qatar 2022 es probablemente uno de los eventos deportivos más emocionantes que he presenciado, y limpiamente me ha recordado por qué amo tanto este deporte.
