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Pintar es un estado del ser interno: Virgilio Santaella

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Foto(s): Cortesía
Carina Pérez García

Carina Pérez García

La necesidad de plasmar su mundo interior lo llevó a tomar el papel para dibujar naturaleza viva, experimentar con hojas de árboles para pigmentar y un impulso por comunicar lo que sentía. El artista Virgilio Santaella (1964, San Pablo Huitzo) posee un poderoso lenguaje que muchos han llamado abstracto, aunque ahora él se pronuncia más por lo minimalista, estilo que expresa con autodeterminación y maestría.

“En la pintura me siento como pez en el agua; en ella me encontré”, comparte en entrevista. Rodeado de sus obras, en una vibrante paleta de terracotas y algunas sorpresas en azules, el creador hace una revisión de su trayectoria. Si bien comenzó desde niño, con estos coqueteos en cualquier papel y teniendo a la mano cualquier lápiz o color, incluso hojas, su formación nunca termina, como él mismo lo dice: “sigo aprendiendo”.

Dispuesto a sumergirse en el túnel reminiscente que lo lleva a su infancia, cuenta de cómo su madre, al verlo interesado en la pintura, le regaló sus primeras acuarelas. Las vivencias en torno a su pasión podrían resumirse en sus primeros talleres en la casa de la cultura de su comunidad, luego en la de la ciudad de Oaxaca, pero el verdadero parteaguas, dice, fue ingresar al Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, donde formó parte de la segunda generación.

Punto de inflexión

Cierto de que tanto la vida, así como la pintura, están llenas de decisiones, su ingreso a este taller lo marcó para siempre. “Sentí que la pintura se convirtió en algo más formal; para mí entrar ahí fue un punto de inflexión; entonces supe que quería dedicarme de lleno a la pintura”. 

Virgilio Santaella sonríe; su mirada al interior parece ver delante suyo el momento en el que tomó la decisión de dedicar su vida a la pintura. Era tal su seguridad que todo confluyó para que su formación pudiera ser expresada a cada paso, tanto que pudo ser custodio de sala en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca y más tarde, asistente en la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, donde también se encargaba de proyectar películas. 

“El poder ver la obra, tomar apuntes y abrevar de este contexto eran un regalo”. Años más tarde decidió viajar a Nueva York, por el ímpetu de descubrir otros mundos. Define esa experiencia como intensa, tanto que volvió tiempo después: “Siempre estaba investigando, iba a museos y galerías, seguía produciendo; esto visualmente me hizo crecer mucho”.

El artista reforzó su estilo abstracto y fue más allá, generó su propio estilo, que ahora llama minimalista: “Pintar es un riesgo y el minimalismo también es un riesgo; es autodeterminación”. 

"Siempre estamos generando ideas"

El concepto, el trazo y la mano define el estilo, dice, así como los rasguños y elementos que le otorga a su obra, lo cual son su sello personal. Asegura que el estilo siempre es un proceso que va madurando, que no acaba, porque en el momento en el que acabe no tendría sentido pintar. 

“Siento que en el artista debe haber inconformidad con sus piezas; una pieza da ideas para la otra y así sigue, es algo que no tiene término”, confiesa. En esta decodificación de signos comparte que lo influyen dos tipos de música, que son acompañantes en su proceso creativo, la  minimalista y la sufi. “Sí, así siento que la imaginación, esta música potencia mi proceso”. Con una gran sonrisa y esta confesión, concluye que imaginación y pasión van juntas y que las fugas generan alas e ideas para otros. 

“Hay que estar pendiente de estas fugas, secuencias e interpretaciones, de formas expresivas que generen y propicien al observador. El artista siempre está observando, para poder absorber y de ahí hay una catarsis y comienza uno a trabajar. El proceso no es inmediato, son momentos, estaciones, puede ocurrir el mismo día o después de año, siempre uno está generando ideas”, concluye. 

Entretexto

Su obra habla de lo inconcreto y sustancial del tiempo y la memoria en la contemporaneidad que permanece. 

Conócelo

Virgilio Santaella nació en 1964 en San Pablo Huitzo, Etla, Oaxaca.

Sus inicios y contacto con el dibujo y la pintura los tiene de manera lúdica desde su infancia.

Virgilio posee un estilo abstracto; ha hecho suyo ese lenguaje sintetizado de las cosas, del tiempo, de las relaciones humanas, de los sentimientos. Para entablar un diálogo con las obras de Virgilio Santaella no bastan los ojos, se compromete la memoria del gusto, del olfato, del tacto, del oído, la emoción, la respiración. 

Su obra forma parte del acervo de la Biblioteca Benjamín Franklin que depende de la Embajada de Estados Unidos en México.

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