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Emprende chelista Carlos Prieto un viaje al origen 

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- A fuerza de estirar los dedos para abarcar la extensión sonora del violonchelo, la mano izquierda de Carlos Prieto (Ciudad de México, 1937) terminó por superar en tamaño a la derecha en casi un centímetro.

Unas manos tan largas que parecerían predestinadas para su instrumento, el Chelo Prieto, cuya historia contó en el libro Las aventuras de un violonchelo (FCE), tras el cual, con la pandemia y suspendidos los conciertos, el músico halló el tiempo para escribir un nuevo título que hace tiempo ambicionaba: Mi vida musical (DGE El Equilibrista), su propia autobiografía.

"Aquí son las aventuras del chelista", dice Prieto, entrevistado en su estudio, en la planta más alta de su casa en San Ángel, obra del arquitecto Manuel Parra.

Decoran los muros y estantes de su vasta biblioteca las fotografías que recogen su larga y prolífica trayectoria como chelista internacional. En este mismo sitio estuvo el legendario Mstislav Rostropovich, a quien conoció cuando vino a México en 1954, al Primer Festival de Música Pau Casals, y con quien entabló amistad.

La autobiografía musical de Prieto es profusa en imágenes y está prologada por el también violonchelista Yo-Yo Ma, su entrañable amigo, quien destaca la singularidad de un músico que inició su carrera a los 40 años.

"Carlos parece poseído por una insaciable curiosidad, una energía inagotable y un apetito voraz de aprender. ¿Cuáles son las motivaciones de este hombre? La lectura de Mi vida musical no me da la respuesta, sino que me lleva a plantear nuevas preguntas. ¿Qué ocurre cuando un hombre dotado de una mente excepcional sigue los dictados de su corazón?", escribe el músico de origen chino.

Juntos han tocado en distintos países una serie de obras dedicadas a ellos; una fructífera amistad que rebasa lo musical y de la cual el autor deja constancia en el libro.

Prieto, como señala Yo-Yo Ma, llegó relativamente tarde a la música de manera profesional, cumplidos los 40, aunque estudió el instrumento desde los 4 años con el violonchelista húngaro Imre Hartman, y siguió haciéndolo durante su epoca universitaria en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde fue primer chelo de su orquesta sinfónica, y aún como industrial en Fundidora Monterrey.

Narra con detalle la "difícil metamorfosis" de ingeniero metalúrgico a músico, iniciada en 1975, cuando se planteó la disyuntiva de cambiar de profesión.

En mayo de 1976, cuando aun laboraba en Fundidora Monterrey, Luis Herrera de la Fuente lo invitó a tocar en la capital regiomontana con la naciente Sinfónica de Xalapa.

Fue a partir del 78 cuando decidió dedicarse por completo a la música e intensificó las horas de estudio. Y tan seguro estuvo de su decisión que, como narra en el libro, declinó la invitación del entonces Presidente de la República José López Portillo para asumir la dirección general de Sidermex, empresa estatal que agruparía a Fundidora Monterrey, Altos Hornos de México y la Siderúrgica Lázaro Cárdenas Las Truchas.

Prieto también dedica un amplio recuento de sus viajes por el mundo, y de particular interés resultan sus estancias en la ex Unión Soviética, cuyas 15 repúblicas recorrió dando conciertos en los sucesivos regímenes de Nikita Kruschev hasta Vladimir Putin, al que ve hoy convertido en un "segundo Stalin".

"No podía suponer que Putin, que parecía un hombre liberal, iba a ser el causante de todo lo que está ocurriendo (con la invasión a Ucrania)", opina el músico.

Prieto comparte en el libro tanto su trayectoria profesional como sus recuerdos familiares, al haberse criado en un ambiente favorable a la música, con amistades como el director de orquesta Igor Stravinsky, el compositor Manuel M. Ponce o el arquitecto Vladimir Kaspé, quien era además un gran pianista.

Lleva 45 años dedicado al violonchelo, con un repertorio que ha contribuido a ampliar con la comisión de obras; ha estrenado hasta ahora 114 y grabado un centenar, incluidas las suites completas de J. S. Bach, quien, para él, representa la cumbre.

"Bach se mete en el alma. Es el que más me conmueve al tocar".

En el libro incluyó tres códigos QR con videos de las suites y de dos encores con Yo-Yo Ma a partir de piezas de Samuel Zyman y José Elizondo.

A los 86 años, Prieto no piensa en el retiro ni su impronta en la escena musical. Ante ello, despliega una sonrisa al decir: "No me gustaría ser recordado, me gustaría seguir viviendo".

 

"Carlos parece poseído por una insaciable curiosidad, una energía inagotable y un apetito voraz de aprender. ¿Cuáles son las motivaciones de este hombre? La lectura de Mi vida musical no me da la respuesta, sino que me lleva a plantear nuevas preguntas. ¿Qué ocurre cuando un hombre dotado de una mente excepcional sigue los dictados de su corazón?", Yo-Yo Ma, violonchelista.

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