Mónica Ortiz Sampablo
Amadas palabras:
Quiero aprovechar la ocasión para agradecerles; hoy más que nunca, me siento unida a ustedes; la vida me lanzó a este mundo en el que al principio todo lenguaje me resultaba un misterio; no recuerdo, pero quizá la primera palabra que dije fue la que convoca la dulzura, la que nos acaricia, esa que hemos pronunciado infinidad de veces, unas en susurros, otras con gritos.
Casi sin darme cuenta mi mundo se llenó de ustedes, algunas veces se ausentaban, entonces en mi interior se bordaban redes, que me envolvían en un capullo silente. Es extraño, me quedaba sin palabras, por causa de palabras; sin duda, en la escuela muchas me cayeron encima como si se tratara de una lluvia de flechas punzantes. Descubrí que no todas tienen el don de acariciar y aquí vino mi desconcierto.
Con y por ustedes he reído, llorado, he dado paso al enojo; sé que la vida tiene sabor gracias a los matices que nos brindan. Una palabra desata un recuerdo, regala consuelo, brinda esperanza, mas también germina el odio, la discordia, la inseguridad. Creo que por eso es bueno aliarse a su naturaleza que es laberíntica. Recuerdo que en mi adolescencia me gustaba ver el diccionario y entretenerme en la complejidad de su construcción, divagar con las palabras prohibidas, encontrar esos significados que sólo se podía buscar y hallar a escondidas; han de saber que sigo maravillándome, son demasiadas y algunas solo sirven para presumir.
Muchas veces quise ser maga, pues necesitaba borrar lo dicho, aprendí que no es posible, sin embargo, existe la capacidad de domar aquello que vuelto palabra causa daño; entonces descubrí que la escritura es cauce, puente, túnel por el que se pueden construir nuevas formas de nombrar aquello que bulle en nuestro interior. Para mí ha sido una salvación saber que las palabras también esperan a que un valiente se atreva a pronunciarlas y son por siempre un desafío que implica el doble de la valentía para quien deciden escribirlas.
Hoy agradezco su existencia, sé que no me alcanzaría una vida para conocerlas, pero me siento afortunada de poder nombrarlas.
Las quiere
Mónica
