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La Bruja de Texcoco, en la periferia de la representación 

bruja_de_texcoco
Foto(s): Cortesía
Redacción

Habría que empezar por decir que la Bruja de Texcoco no es un personaje ni un performance. Bruja es su nombre y, como ya ha dicho ella misma muchas veces, nació cuando un curandero en Texcoco le dijo, en una especie de epifanía, que la estaba esperando. Que ella era una mujer y no solo una mujer: una bruja. 

Este sábado esa mujer alta, de formación musical tradicional, prieta y disidente de la binariedad se convertirá en la primera mujer trans en presentarse en el Teatro Degollado en sus 157 años de historia, como parte de Encuentro Trama.

Una responsabilidad que puede ser difícil pero en la que ella tiene muy claro que dentro de lo trans hay una enorme diversidad.

Lo que representa

"No siento que yo misma tenga que representar a todas las mujeres trans. No lo hago. Si tú te sientes representada por mí, qué bueno, pero si no, también está bien. Es muy duro el hecho de que se me cuestione hasta el baño al que voy, o que no se hable de mí cuando se habla de mujeres trans, en esos reportajes donde salen las trans blancas, guapas. Sí me siento representada por lo trans, pero desde mis propias formas y desde mi propia historia", explica.

La bruja se encuentra en la periferia de muchas cosas. Está cómoda allí. 

Acerca de la feminidad

En la periferia de la feminidad, dice. En la periferia de la música tradicional, porque experimenta con muchos instrumentos y sonidos, en la periferia de la música clásica pues, aunque estudió música, toca la vihuela, el arpa y el violín, hace arreglos orquestales y compone, también se ha dedicado de lleno a la música tradicional, el son, el huapango y el mariachi tradicional. Ha realizado así dos discos, De brujas, peteneras y chachalacas el primero, ya publicado y va por el tercero. 

También está en la periferia del "passing", que en la jerga LGBT para las trans significa encarnar una feminidad tan hegemónica que no se "note" que es una feminidad trans. Ella usa barba, por ejemplo, usa huipiles y canta. 

En esa periferia, la resistencia se ha convertido para ella casi en una exigencia y a veces todo eso es cansado. 

 

"Donde quiera hay problemas", dice. "En ningún lado me siento realmente segura, muchas personas sienten que tienen que poner a prueba muchos rasgos de mi identidad y mi trabajo. Eso cansa".

"Yo no quiero tener 'passing', yo estoy bien con mi cuerpo. Estamos atravesadas por un discurso que no nos representa. ¿Por qué tengo que hacer lo que todos dicen para ser validada?". 

Personas a favor y en contra

A donde quiera que va siempre hay alguien que no está de acuerdo con lo que ella hace y con lo que ella es. 

Así como hay conservadores transfóbicos, hay feministas transfóbicas que le reclaman por su existencia, por cómo performa su feminidad. Hay puristas de la música que le reclaman tocar ciertas cosas, tomar elementos de música mexicana diversa para configurar su propuesta. 

Pero hay un momento donde todos esos reclamos se callan y dejan de perseguirla. Un momento en el que solo importa una responsabilidad y esa es con el público frente al escenario. 

Raíces de identidad

Un momento de comunión donde se conjuntan sus raíces de identidad, tanto las personales como las musicales junto a su banda y salen casi intuitivamente esas canciones en las que tanto ha trabajado, las que hablan de amor, de desamor, de su realidad y de su lucha. 

Dice que es un alivio, porque son un resultado de mucho trabajo arduo. 

"Y entonces siento que ahí se contesta todo, yo no me voy a pasar todo el día peleándome con idiotas en Twitter. Ahí está la respuesta. Ahí estoy asumiendo todas las responsabilidades que la gente me adjudica. Ahí se resuelve todo. La música siempre me ha salvado, me ha conectado con la gente que quiero en mi vida: me recuerda que soy una mujer fuerte, que creo en mí y en nadie más". 

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