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Lecturas para la vida: Gabriela Mistral y su amor por las cartas 

ilustracion
Foto(s): Cortesía
Redacción

Primera de tres partes / Mónica Ortiz Sampablo

En diferentes épocas las cartas han sido amigas, confidentes irremplazables, especialmente si hablamos del contexto social en que se escriben, de las miradas que se posan a la menor provocación sobre pensamientos y actuares diferentes a lo socialmente aceptable, de las emociones reprimidas que solo pueden fluir mediante las letras. 

Los prejuicios imperantes en todas las épocas, con énfasis en principios del siglo 20, empujaron a muchas mujeres a escribir cartas, a construir complicidad teniendo como aliados a la tinta y al papel. La melancolía, la soledad, la tristeza, el desamparo son solo algunas de las situaciones vinculadas a las emociones que de una u otra forma tenían que expresarse en una sociedad meramente machista; en la que la mujer solo era vista como “un algo”, o en el mejor de los casos “un alguien” destinado a la procreación y las labores domésticas. Sin embargo hubo diversas escritoras que manifestaron en su actuar una oposición respecto a esa forma de pensamiento.

Una de estas escritoras fue Lucila de María Godoy Alcayaga, mejor conocida como Gabriela Mistral, y es que ella cultivó el género epistolar de forma magistral, lo que para muchos puede ser un simple acto de escritura y un puente de comunicación, para Gabriela era la vida misma puesta en juego, puesta incluso en riesgo, ya que jamás se imaginaría que sus pensamientos más íntimos serían puestos en bandeja como un manjar para placer de muchos.

Gabriela Mistral sostiene sus relaciones más por carta que en persona, por periodos largos y en su discurrir epistolar se aprecia un ejercicio de introspección importante, digo esto porque conocemos de ella la faceta de poeta, incluso yo la recuerdo como una imagen maternal, como una especie de mamá de todos, cuando se habla de su lado pedagógico, siempre preocupada y ocupada en los más pequeños. Poemas como Piececitos que mezclaban la ternura del diminutivo con el gélido dolor de la pobreza, marcaron mi infancia, abrieron mi pequeña conciencia. Antes no pensaba que llegaría la oportunidad de conocer a la escritora y pedagoga más allá de las fronteras de sus versos.

Continuará el próximo miércoles. [email protected]

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