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LECTURAS PARA LA VIDA: En la ruta lectora

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Mónica Ortiz Sampablo / Segunda de tres partes

En mi biografía escolar no recuerdo el primer momento en el que abrí un libro, pero sí tengo frescas las imágenes de uno llamado “Mis primeras letras” con el que nos iniciaban a la escritura. Antes de entrar a primaria, no hubo por parte de mis maestras de preescolar una insistencia en aprender a leer o escribir con la presión que ello implicaba; no sé en qué momento eso se volvió una exigencia o un requisito para ingresar a la educación primaria, o si solo para algunas instituciones resulta fundamental.

Considero, basándome en mi experiencia, que la manera en que un niño sea imbuido en la lectura y sus prácticas aledañas, es esencial para la respuesta que se obtenga, no solo a corto plazo. Algo que he observado en mis alumnos adolescentes, es que no tienen recuerdos significativos ligados a la lectura; es decir, aquellos recuerdos que pudieran devolverles imágenes vívidas de personajes, lugares o momentos mágicos. Algunos mencionan que mamá o papá les leía “el cuento de las buenas noches”, esto ligado al acto amoroso que reviste el acto de leer; sin embargo, otros afirman que nadie les leyó durante la infancia.

Al avanzar en la escolarización, la lectura se vuelve una herramienta que sostendrá el sinnúmero de aprendizajes académicos: leer instrucciones, responder cuestionarios, elaborar resúmenes, investigar… Paulatinamente, leer se convertirá en la antesala del éxito o fracaso escolar; “alumno que no lee, alumno que reprueba” y ¿a quién le gusta ser señalado como el más lerdo de la clase? Entonces, la lectura adquiere diversas connotaciones, para unos es temor, para otros presión excesiva, otros más la ven como algo tedioso. En el ámbito escolar encontraremos que en todas las asignaturas, un tanto por ciento de la cátedra la involucra; la mayoría de los docentes solicita al inicio del ciclo escolar un libro de texto (por lo general gordo) en el que se apoya la enseñanza de su materia. Es aquí en donde se encuentra la mayoría de las asociaciones, que no son precisamente sinónimos de placer, donde el alumno se perderá y quizá también perderá el gusto por la lectura.

En este sentido, podemos observar un panorama en el que leer es obligatorio, de quien decide ingresar en  sistema sostenido por la obligatoriedad; pero aquí también pueden gestarse relaciones amistosas con los libros, veremos cómo arriban al puerto escolar.

Continuará el próximo lunes…

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