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LECTURAS PARA LA VIDA: El mar y sus criaturas

Foto(s): Cortesía
Aleyda Ríos

Mónica Ortiz Sampablo

El mar sabe cómo reconciliar a las personas; hacía mucho tiempo que me sentía extraña a mi madre, lejana de sus afectos; el amor de mis abuelos inundó mi vida y quedó apenas una melancolía que como una ola llegaba a mojarme los pies de vez en cuando.

Mamá preparó un pescado envuelto, miré con cuidado cómo sus manos de artista formaban con el papel aluminio la forma de una sirena; "es una Tlanchana",  dijo, esperando que mi curiosidad detonara la pregunta subsecuente; "la Tlanchana es una sirena mexicana, no creas que solo ciertas personas saben historias acerca de seres acuáticos", agregó mientras dirigía una miradilla hacia Luciano.

Me di cuenta de que mamá estaba muy cómoda haciendo sus pescaditos de papel aluminio, en tanto el horno dejaba escapar el olor de las hierbas con que aderezó el pez que nos comeríamos.

"La Tlanchana es parte de los seres míticos de México, específicamente de un lugar llamado Metepec; algún día iremos para que la conozcas, peque", dijo entusiasmada.

Su nombre proviene del náhuatl, atl que es agua; toman, madre y chane que significa espíritu mágico.

Esta deidad era admirada por los pobladores, debido a su belleza enigmática:; mitad mujer, mitad serpiente; algunas veces se posaba en un islote y podían admirar los adornos naturales que cubrían parte de su cuerpo, collares y en su cadera un cinturón de peces, acociles y ajolotes, pero Tlanchana también era temida debido a su temperamento. Si estaba de buenas, la señal era que mostraba su cola como de serpiente negra; eso significaba que la pesca sería buena; pero si se encaprichaba con un humano, ahí sí había que tener miedo, pues su cola se transformaba en piernas humanas y salía del agua para conseguir su propósito; pero, ¡ay de aquel que se le resistiera!, porque entonces la Tlanchana se enfurecía y nuevamente las piernas se transformaban en aquella cola de reptil, con la que envolvía a su víctima y la arrastraba hasta sumergirla en  el fondo de la laguna.

Mamá colocó los pescaditos en la cintura de la sirena metálica; la puso en la palma de mi mano.

"¿Ya ves cómo mamá también tiene historias para tí?", dijo con voz temblorosa y una lágrima acompañó su abrazo. Mi madre estaba de regreso.

Continuará el próximo miércoles…

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