Gregorio Melgar Valdés
−¡Sí!− dijo−. ¡Pero él me robó mi tierra, mi trigo, mi trabajo y a mi hijo! ¡A su antojo eleva las rentas! Toma a nuestras mujeres, nuestros corderos y nuestros gansos. ¡El vino y el queso son solo suyos, aunque nosotros lo producimos; ¡agua y sólo agua podemos beber!− dijo en tono airado.
−¿Acaso robé al cruel conde? vamos, ¡defiéndalo! Es lo que hacen ¿no es así?
El monje guardó silencio por un rato, después…
−¡No es culpa de Dios que el hombre sea injusto! El Todopoderoso nos dotó de libertad para… ¡para hacer el bien o para hacer el mal! ¡Pero Dios no protege las injusticias! y al final del camino, hay siempre un premio o castigo por la forma como condujiste tu vida en este mundo, hijo. ¡Hay un juicio divino!
−¡Ya le dije que no me venga con sermones!, no estoy ahora para escucharlo. Me da lo mismo llegar al infierno o al paraíso, ¡con tal de comer cada día!
Después, ambos comieron en silencio, hasta que la oscuridad los cubrió.
El hombre tomó la bolsa donde guardaba su tesoro como almohada; su corta espada la dejó cerca de su mano izquierda y durmió cansado; su fatiga no era por el camino recorrido, era ¡el sufrimiento cargado por tanto tiempo! Durmieron bajo el peso de sus penas, y cubiertos por las estrellas.
−¡Despierte, viejo! Ya se levantó el sol, debemos hacer una balsa para cruzar, requiero me ayude.
−Claro, claro− dijo soñoliento.
−He traído unos troncos, debemos unirlos y tenderlos sobre los salientes y las rocas, así haremos una especie de escalera para cruzar. El río ha bajado su corriente− dijo el fugitivo.
−Por mi fuerza, de poca utilidad te sirvo, pero cuenta con las pocas que tengo; debemos hacer algo efectivo si queremos llegar al otro lado.
−Sólo traiga los troncos más delgados, arrástrelos hasta la orilla; mientras, haré una especie de cuerda con las lianas.
El monje lo observó en silencio.
−¡Se advierte que tienes experiencia en estos menesteres!
−Participé en las campañas de mi señor, apoyando al rey Francés Luis X, aunque fuimos derrotados; en esas campañas aprendes mucho y sufres mucho. En mi pobre villa, se tiene que aprovechar todo lo disponible para sobrevivir, viejo− dijo, mientras arrastraba pedazos de troncos al río y los unía frágilmente.
Continuará el próximo lunes…