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Elena Poniatowska: la escritora incansable celebrará sus 90 años

Foto(s): Cortesía
Agencia Reforma

Miguel Angel Gonzalez Castillo/Agencia Reforma

Cumplirá 90 años el 19 de mayo y la agenda de la Premio Cervantes de Literatura 2013 se ha llenado de peticiones de entrevistas que ha sido necesario dosificar en función de su salud. 

"Me canso más que antes, antes era un dinamo", dice Elena Poniatowska desde un sillón amarillo en su casa de Chimalistac mientras la ronda Váis, el gato llamado así en honor de su amigo Carlos Monsiváis. 

"El ojo izquierdo me da problemas, el de mi ideología", sonríe. En su sala, uno de los cojines lleva una figura caricaturizada de López Obrador, sonriente. 

Recibe de pants, los mismos que llevaba por la mañana cuando salió a grabar un programa de televisión. No lleva aretes. Dice que se los robaron cuando se metieron a su casa en noviembre pasado, hecho al que no le dio mayor importancia. "Fue un robo y ya", dijo entonces. Su casa es la única de su calle sin una gran barda.

En el Palacio de Bellas Artes el jueves 19, día de su cumpleaños, se le rendirá un homenaje nacional, también se prepara una comida de celebración con familia y amigos, pero no será en su casa porque, dice, "el comedor es muy chico".

Lecciones breves 

Bajita, rubia, Poniatowska no es ni cándida ni ingenua con sus entrevistados. Decía cuando era más joven que las "entrevistas son luchas morales en que hay que matar al entrevistado".

"Nunca maté a ningún entrevistado", afirma con sorna la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Periodismo en 1978. Y sin proponérselo, suelta una rápida lección de periodismo tras un largo camino de hacer entrevistas: "Prepararse, tener un buen cuestionario y luego observar mucho".

Aunque asegura que también tuvo suerte, en esa época eran pocas las mujeres periodistas. Comenzó a escribir en la sección de Sociales de Excélsior con Ana Cecilia Treviño "Bambi". Proviene de un medio social donde las mujeres eran educadas para casarse y tener hijos. En Filadelfia hizo estudios de high school en un convento con monjas, aunque le hubiera gustado ir a la universidad y estudiar medicina.

Los entrevistados eran sus amigos, un círculo de pintores, escritores e intelectuales. 

"Les caía en gracia una muchachita joven que les hacía muchas preguntas con mucho entusiasmo". 

Por querer ser útil a su país y abrazar las causas sociales, privilegió su narrativa y el quehacer periodístico sobre la poesía, que también escribe, pero que jamás ha publicado.

Desciende del último rey de Polonia al que dedicó sus dos últimas entregas El amante polaco I y II, donde la escritora narró pasajes de su propia vida, algo sobre lo que siempre le ha costado escribir. 

Niega que ser llamada la Princesa Roja lo viva como un "escarmiento", aunque tampoco le molesta. 

"Igual podrían haber dicho la Jorobada de Notre Dame". En realidad, nada le molesta.

"Lo único que me molestaría sería perder la vista porque ahí sí cómo leo o cómo escribo".

El llamado de la escritura 

Del periodismo, Poniatowska dio el salto a la narrativa. En buena medida, se ha dicho, su obra literaria es en esencia su encuentro con México. La autora se ha ocupado de escribir de los "sin voz", los que han estado siempre silenciados.

En Hasta no verte Jesús mío quiso ser fiel a la oaxaqueña Josefina Bojórquez, inspiración del personaje protagónico Jesusa Palancares, como por años escuchó al líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo, con su voz monocorde hablándole de sindicalismo, que derivó en su novela El tren pasa primero.

Cuando recogió las voces del temblor del 85 en Tlatelolco, volvió a encontrarse con algunos de los jóvenes del 2 de octubre cuyas voces recogió en su crónica La noche de Tlatelolco. En los días posteriores al terremoto, le contó Poniatowska a Cynthia Steele en la revista Hispamérica, se unió a las brigadas de rescate y recorrió albergues hasta que recibió una llamada de Julio Scherer, de la revista Proceso, que acababa de hablar con Carlos Monsiváis: "¿Qué está haciendo la mejor cronista de México sentada en su casa?". 

Poniatowska respondió que no estaba sentada en su casa, pero no podía escribir. Scherer le dijo que no anduviera cargando cubetas que otros podían cargar sino lo que sabía hacer. Luego recibió la llamada definitiva de Monsiváis: "Ponte a escribir".

Libros pendientes 

A pesar de ese ojo izquierdo que le llora cuando se pone a leer, Poniatowska quiere dedicarse a escribir "el poco tiempo que le queda" más cuentos y novelas. Confiesa no ser religiosa y está convencida de que se irá a los 92 años, como su madre.

Uno de esos libros pendientes será dedicado a Rosario Ibarra de Piedra, pionera en México de la lucha por los desaparecidos. Piensa que la muerte de la fundadora del Comité ¡Eureka! no recibió la atención suficiente.

"Su lucha es admirable", asegura. "Me parece una gran heroína mexicana y no hay suficiente sobre ella". Poniatowska acompañó a doña Rosario a Nueva York y fue su traductora al inglés. "Conmovía al escucharla". 

Ha escrito muchos artículos sobre su admirable lucha, una mujer que buscaba, a la que maltrataron y no era recibida por los funcionarios. A quien le decían que se regresara a Monterrey y se conformara con la desaparición de su hijo Jesús, víctima de desaparición forzada, acusado de pertenecer a la Liga Comunista 23 de septiembre.

Siempre atenta al futuro del periodismo, más allá de la prensa escrita, Poniatowska agarra fuerzas para emprender ficción con, insiste, "el poco tiempo que le queda.

"Pienso que la escritura es lo que más me interesa en la vida, es mi oficio", afirma día de sus 90 años dedicada, incansablemente, a dar voz a los sin voz, a los más pobres, a la literatura testimonial, ésa, la que sube de la calle, ha dicho, y sale de la boca de hombres y mujeres.

"Son las voces que escuchamos", ha expresado. "Las del grito, las que hacemos entre todos apenas amanece".
 

Del periodismo Elena Poniatowska dio el salto a la narrativa. En buena medida, se ha dicho, su obra literaria es en esencia su encuentro con México. La autora se ha ocupado de escribir de los "sin voz", los que han estado siempre silenciados.

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